Hola, soy Samuel Gil.
Esto es Suma Positiva, una publicación semanal sobre tecnología, negocios y humanos.
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La edición de esta semana viene a cargo de una de las personas a las que más respeto y admiro en la esfera de la salud y el fitness: Marcos Vázquez, el creador de Fitness Revolucionario.
Dice en su blog:
A medida que otras personas, las que se atrevían a probar un enfoque diferente, obtenían los mismos resultados que yo, decidí compartirlo con el mundo. Fitness Revolucionario fue el canal. El objetivo es luchar contra todos los falsos dogmas y mala información que persiste en el ámbito de nutrición, entrenamiento y salud general. Gracias al Blog, miles de personas han logrado también conocer la realidad y mejorar su salud y su cuerpo, de una vez por todas.
Algunos lectores me han preguntado cuáles son mis credenciales para escribir lo que escribo, muchas veces en contra de la ‘opinión general’. Al fin y al cabo no era entrenador personal ni nutricionista. Mi respuesta es que gracias a esto tengo la capacidad de analizar la industria desde fuera, ir a la fuente de la información (estudios científicos), aplicar una visión global, complementaria a la académica y mucho más cercana a lo que nuestro cuerpo espera.
Pero me considero un estudiante, no un gurú. Este blog es mi forma de motivarme a seguir aprendiendo, y ojalá ayudando a transformar otras vidas a través de la Revolución del Fitness.
Salvando las distancias (si Marcos se considera un aprendiz, yo me considero aprendiz del aprendiz del aprendiz), me siento tremendamente identificado con su trayectoria, enfoque y forma de hacer las cosas. Toda una inspiración.
Además de todo el contenido que Marcos nos regala continuamente en su blog y redes sociales, acaba de publicar Vive Más: Reduce tu edad biológica y aumenta tu vitalidad, un libro que he tenido la oportunidad de leer recientemente y que os recomiendo a todos vosotros. Seguro que será un gran éxito como los anteriores.
Esta edición de Suma Positiva ha sido patrocinada por:
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Piensa Joven:
Mentalidad para vivir más
por Marcos Vázquez
Al hablar de longevidad, nos solemos centrar en lo que podemos ver y medir con facilidad.
Buscamos consejos sobre comida, actividad física, sueño, suplementos… Queremos protocolos detallados para seguir a diario.
Esto explicaría la popularidad de personas como Bryan Johnson, creador de un plan de longevidad (llamado Blueprint), que incluye consejos precisos para casi todos los ámbitos físicos.
Bryan detalla las calorías que ingiere, la actividad física que realiza, los suplementos que toma, los cosméticos que se aplica, los dispositivos con los que se monitoriza y el colchón que utiliza.
Y todas estas cosas importan, por supuesto, pero se habla mucho menos de otro aspecto que contribuye tanto o más a la longevidad: nuestra mentalidad.
Y es lo que exploraremos en esta edición de Suma Positiva.
El poder de las creencias
En los años 70, varios investigadores iniciaron un ambicioso estudio sobre envejecimiento en un pueblo de Ohio.
Usaron un gran cuestionario para recabar información sobre las personas de más de 50 años. Les hicieron preguntas sobre su salud, su familia y su trabajo, pero también sobre sus creencias en relación al envejecimiento.
Les preguntaron, por ejemplo, si pensaban que eran menos útiles a medida que cumplían años, o si asociaban el envejecimiento con conceptos positivos, como “experiencia”, o negativos, como “decrepitud”.
Veintidós años más tarde, los investigadores comprobaron que las personas con una actitud positiva hacia el envejecimiento vivieron, de media, 7,5 años más (estudio).
El impacto era tan grande que algunos expertos cuestionaron los resultados, pero estudios similares en otros países llegaron a las mismas conclusiones.
Por ejemplo, el estudio TILDA (The Irish Longitudinal Study on Ageing), evaluó a casi 9.000 irlandeses, de más de 50 años, y encontró que los que tenían percepciones negativas sobre el envejecimiento empeoraron cognitivamente más rápido durante los siguientes años.
También se redujo de manera más pronunciada la velocidad a la que caminaban, y la velocidad al caminar es otro buen predictor de longevidad.
Al explorar los posibles factores que podrían explicar esta relación se observó que las personas con creencias negativas sobre el envejecimiento tenían mayores niveles de inflamación y hormonas del estrés, ambos factores que contribuyen directamente al declive físico.
Es decir, el pensamiento regula mecanismos moleculares del envejecimiento.
Si nuestras creencias sobre el envejecimiento condicionan cómo envejecemos, ¿cambiar nuestras creencias podría ayudarnos a envejecer mejor?
Todo parece indicar que sí.
Por ejemplo, un estudio de la universidad de Yale demostró que el simple hecho de cambiar cómo las personas mayores perciben el envejecimiento generó una mejora funcional equivalente a un programa de entrenamiento de 6 meses de duración. Y no solo mejoró su estado físico, sino también el cognitivo.
¿Tienes voluntad de vivir?
Otra idea relevante en este ámbito es la llamada “voluntad de vivir”. Para vivir más, debes querer vivir más, y esto requiere un motivo.
Esto explicaría por qué las muertes se elevan justo después de eventos señalados: la gente no quiere morir sin disfrutarlos.
Estudios sobre el momento de la muerte en los seguidores de distintas religiones encuentran más mortalidad tras las grandes celebraciones. En los países que celebran la Navidad, más gente muere en enero que en diciembre.
En enero del año 2000 se produjo también un aumento considerable de la mortalidad, y muchos expertos opinan que detrás de ese aumento repentino estaba la voluntad de muchas personas de alcanzar el nuevo milenio.
El concepto de voluntad de vivir está muy relacionado con el llamado propósito de vida, otro gran predictor de longevidad.
Propósito y longevidad
Un propósito de vida es un marco general que encuadra nuestros objetivos y dirige nuestras acciones. Es una percepción de que nuestra vida tiene sentido y dirección.
Este propósito es un aspecto central de nuestras vidas, con profundas ramificaciones en la salud física y mental.
Las personas con un propósito claro lidian mejor con el estrés, tienen mejor salud, sufren menos declive cognitivo y viven más.
Por ejemplo, un estudio en Estados Unidos evaluó la fortaleza del propósito de vida en 7.000 personas de más de 50 años, y concluyó que había una gran correlación entre la intensidad del propósito y su supervivencia durante las siguientes décadas.
Aunque el interés científico por estudiar el propósito es reciente, es un concepto central en muchas culturas.
En Japón denominan a esta idea Ikigai, y en Costa Rica le llaman Plan de vida. El propósito no tiene que ser algo grandioso, se refiere simplemente a tener una motivación para levantarte por la mañana, a tener algo en tu vida que te produzca alegría.
Según una encuesta en personas ancianas de Japón, muchas afirman encontrar el Ikigai en su huerto, sus amigos o sus nietos.
En muchos casos, el propósito viene de la religión o de la espiritualidad. En general, las personas creyentes viven más.
Parte del aumento de la esperanza de vida en estas personas viene del sentimiento de comunidad, de participar en rituales que les ayudan a socializar. Pero la creencia en algún tipo de dios o algo más grande que nosotros ayuda también a lidiar con el estrés y las adversidades de la vida.
Tampoco caigas en la trampa de pensar que existe un propósito de vida único para ti y que tu misión cósmica es encontrarlo.
No funciona así.
Más que pensar en descubrir un propósito, piensa en crearlo, a tu medida.
Reflexiona sobre las cosas que te interesan y te motivan. Empieza ahí. E, idealmente, busca algo que ayude a los demás. Los mejores propósitos son los compartidos.
Optimismo y longevidad
Otro rasgo psicológico que nos hace envejecer mejor es el optimismo. Las personas optimistas no solo tienen una experiencia mejor de la vida, sino que viven más.
Un estudio de la Universidad de Pittsburgh evaluó el impacto sobre el cerebro de la forma en la que gestionamos las preocupaciones.
Aquellas personas que daban más vueltas a los pensamientos negativos (la llamada rumiación), mostraban cerebros más envejecidos que las que podían salir con más facilidad de esos bucles mentales.
Y una de las variables que mejor predice nuestra capacidad de gestionar estos estados mentales es el optimismo.
La relación entre la actitud y la longevidad es compleja. Por un lado, las personas optimistas tienden a cuidarse más, lo que explicaría parte de la relación.
Pero incluso con los mismos hábitos, la gente optimista vive más. Por tanto, no es solo lo que hacemos, sino también lo que pensamos.
Los pensamientos negativos elevan el estrés y la inflamación, y ambos factores, perpetuados en el tiempo, aceleran el envejecimiento.
El resumen de todo lo anterior es que las creencias tienen consecuencias.
La forma en la que vemos el mundo, y el futuro, está condicionada por nuestros genes y por nuestras experiencias pasadas, pero no es algo estático. Podemos cambiar nuestra mentalidad a cualquier edad.
Podemos ver el paso de los años como un castigo o como un regalo. Podemos pensar en nuestra próxima década como el inicio de la decadencia o como una nueva fase en la que explorar y prosperar.
No dejes entrar al viejo
Unos días antes de que Clint Eastwood cumpliera 88 años, el cantante de música country, Toby Keith, le preguntó cómo pensaba celebrar el cumpleaños.
Clint Eastwood le respondió que ese día empezaría a dirigir una nueva película, Mula (2018), en la que también actuaría.
Toby, sorprendido, le pidió a Clint que compartiera el secreto de su energía y motivación.
Esta fue su respuesta.
“Cuando me levanto cada día, no dejo entrar al viejo.
Mi secreto es el mismo desde 1959: mantenerme ocupado.
Nunca dejo que el viejo entre en casa. He tenido que sacarlo a rastras, porque el tipo ya estaba cómodamente instalado, dándome el coñazo a todas horas, sin dejarme espacio para otra cosa que no fuera la nostalgia.
Hay que mantenerse activo, vivo, feliz, fuerte, capaz. Está en nosotros, en nuestra inteligencia, actitud y mentalidad. Somos jóvenes, con independencia de nuestro carnet de identidad.
Hay que aprender a luchar por no dejar entrar al viejo.
Ese viejo que nos aguarda, apostado y cansado a la orilla del camino para desanimarnos.
No dejo entrar al espíritu viejo, criticón, hostil, envidioso, a ese ser que escudriña en nuestro pasado para anudarnos de quejas y remotas angustias, o de traumas revividos y de olas de dolor.
Hay que darle la espalda al viejo murmurador, lleno de rabia y quejas, de falta de valor, que se niega a si mismo que la vejez pueda ser creativa, decidida, llena de luz y de proyección.
Envejecer puede ser agradable, e incluso divertido, si sabes cómo emplear el tiempo, si estás satisfecho de lo que has logrado y si sigues conservando la ilusión.
A eso le llamo yo «no dejar entrar al viejo a casa».
Gracias por leer Suma Positiva.
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Qué buena reflexión. Lo de "No dejes entrar al viejo" es genial
Poner los pensamientos a jugar a nuestro favor👌