#248 Vuelta a la oficina para los que no llevan traje
Vestirse bien en tech: misión posible (sin traje)
Hola, soy Samuel Gil.
Esto es Suma Positiva, una publicación sobre tecnología, negocios y humanos leída por más de 30.000 personas cada semana.
Hace tiempo que sigo el trabajo de Carlos Morales en Morales Basics, que, en sus propias palabras, es “una guía curada de moda y estilo de vida para gente con buen gusto y poco tiempo”.
Cada semana, en su Substack, Carlos escribe sobre moda, relojes, decoración, viajes y estilo de vida con una mirada cuidada y sencilla, “con la intención de ayudar a la gente con buen gusto a descubrir marcas, ideas y formas de vestir o vivir que merecen la pena”.
Yo diría que, en realidad, el buen gusto lo pone él, lo cual nos viene de maravilla a los que no lo tenemos tan desarrollado.
¿Será el buen gusto uno de los pocos reductos que nos quedarán a los humanos a medida que la IA avance?
Al leer su reciente artículo sobre cómo vestir para la vuelta a la oficina, se me ocurrió proponerle que escribiese algo similar para Suma Positiva, pero para los que trabajamos en sectores donde podemos—y solemos—vestir informalmente.
Así nació la atrevida colaboración con la que me gustaría sorprenderos hoy.
Si, como a mí, os gusta el trabajo de Carlos, podéis seguirlo también en X, donde comparte a diario inspiración sobre “moda, estética y una idiosincrasia contemporánea, siempre desde un enfoque real y disfrutable”.
#248 Vuelta a la oficina para los que no llevan traje
Durante años, la vuelta a la oficina significaba desempolvar la americana y llevar los zapatos al limpiabotas.
Hoy, en cambio, el volver al trabajo llega con otro tipo de dilema: cómo vestirse bien sin parecer que lo intentas demasiado.
El traje ha pasado a ser una reliquia de otro tiempo y cada vez son menos los trabajos en los que se exige una vestimenta estricta.
Las reuniones ya no se hacen en salas con moqueta y café de máquina, sino en terrazas, coworkings, o directamente en una llamada de Teams.
Las empresas tecnológicas, las startups y los equipos de ventas modernos han redefinido lo que significa “ir arreglado”: ya no se trata de parecer importante, sino de parecer cómodo.
Y ahí es donde entra el reto.
Porque vestirse bien cuando nadie te dice cómo hacerlo exige algo más de criterio.
Requiere entender el equilibrio entre lo funcional y lo estético.
Encontrar el punto justo entre la sudadera de universidad y el blazer de tu padre.
1. El nuevo uniforme: sin corbata, pero con intención
Si trabajas en un entorno de tech o marketing, probablemente el dress code sea “lo que te haga sentir tú mismo”.
Pero eso no significa ir en chándal.
El nuevo uniforme se construye con prendas cómodas y con encanto: chinos, sobrecamisas, camisas Oxford y zapatillas que muestren un aspecto limpio.
La clave está en cuidar la silueta y las proporciones.
No se trata de gastar mucho, sino de entender que lo simple también habla bien de ti y muestra una faceta tuya que no tienes por qué contar.
Un pantalón bien ajustado al tobillo, una camiseta gruesa de algodón, una sobrecamisa con estructura o un jersey de punto fino pueden elevar un look sin convertirlo en un disfraz de oficina.
La diferencia está en los detalles:
que la camiseta tenga un buen cuello,
que el pantalón no haga bolsas,
que el calzado esté limpio.
Lo que antes era uniforme hoy es lenguaje.
Y lo que comunica tu ropa es que sabes quién eres, sin tener que demostrarlo.
2. Capas y texturas: la nueva forma de parecer preparado
El layering se ha convertido en la mejor herramienta para los que trabajan entre reuniones, cafés y viajes.
Combinar prendas de distintos pesos y texturas da la sensación de que tienes el control, aunque hayas dormido cinco horas y estés respondiendo emails desde un taxi.
Una camiseta blanca, una sobrecamisa de pana, un pantalón de lana ligera y un abrigo técnico bastan para construir un look funcional y con personalidad.
La clave está en el equilibrio:
una prenda estructurada que marque la silueta,
otra más relajada que aporte movimiento,
y siempre una capa exterior que parezca que podrías usar también el fin de semana.
Lo bueno del nuevo código es que ya no necesitas tener un armario separado para el trabajo.
Tu ropa de oficina puede ser la misma que usas para salir a cenar.
Esa versatilidad es lo que hace que un look tenga sentido hoy.
3. Sneakers limpias, mochilas de calidad y relojes con historia
El traje era un uniforme; los accesorios, un signo de estatus.
Hoy el estatus se mide en buen gusto:
Unas sneakers de un color sutil que queden impecables dicen más de ti que unos zapatos caros.
Una mochila técnica bien hecha transmite profesionalidad sin parecer forzada.
Y un reloj clásico, aunque discreto, siempre da un toque de madurez a un look relajado.
El consejo es simple: cuida lo que repites.
Tu mochila, tus zapatillas, tus auriculares o tu abrigo son las piezas que más te acompañan. Si las eliges bien, no necesitarás mucho más.
El hombre actual ya no construye su estilo desde el exceso, sino desde la coherencia.
Y esa coherencia se nota incluso en los detalles más pequeños: en cómo doblas las mangas, en si llevas el reloj bien ajustado, en si tu ropa parece tuya o prestada.
4. Menos “corporate”, más real
El estilo, como la forma de trabajar, se ha vuelto más humano. Ya no se premia el que parece más serio, sino el que parece más auténtico. El que proyecta naturalidad.
Vestirse bien ya no tiene que ver con seguir normas, sino con reflejar tu forma de entender la vida.
Si trabajas en un entorno donde prima la creatividad, se espera que tu ropa hable de ti: que haya algo de curiosidad, algo de gusto, algo de riesgo medido.
Y si trabajas en ventas o management, esa autenticidad también suma.
En un mundo donde todo parece filtrado, lo más elegante sigue siendo la naturalidad.
Por eso, la vuelta a la oficina no es solo un cambio de armario. Es una oportunidad para repensar tu estilo, simplificar lo que no aporta y quedarte con lo que sí. Con las prendas que te representan, que no cansan, que funcionan en cualquier contexto.
La elegancia hoy no consiste en destacar, sino en no desentonar. Y eso —aunque parezca fácil— es todo un arte.
5. La paradoja de lo sencillo
Hay algo curioso en este nuevo código: cuanto más sencillo parece, más difícil es hacerlo bien.
El estilo minimalista no consiste en tener menos, sino en elegir mejor.
En un mundo donde todos pueden comprar lo mismo, la diferencia está en cómo lo llevas.
Por eso, los básicos son los nuevos lujos. Un buen pantalón beige, una camisa de popelín, una camiseta blanca de calidad. Pequeñas decisiones que, acumuladas, generan una identidad sólida. Y al final, de eso va todo esto: de tener tu propio criterio. De no depender de modas o del algoritmo, sino de saber qué te queda bien y por qué.
Porque en el fondo, vestirse bien es una forma de cuidar de uno mismo.
La oficina ha cambiado, igual que la manera de trabajar y de vestir.
Ya no hay jerarquías visuales, ni códigos estrictos, ni miedo a parecer demasiado relajado.
Lo importante es sentirse bien y proyectar eso hacia afuera.
Si después de leer esto te has planteado mejorar tu uniforme diario —sin caer en lo aburrido ni en lo pretencioso—, puedes encontrar más inspiración en Morales Basics, mi guía curada de moda y lifestyle para gente con criterio.
Gracias por leer Suma Positiva.
Si te ha gustado esta edición, no te olvides de dar al ❤️ y de compartirla por email o redes sociales con otras personas a las que les pueda gustar.
Suscríbete para no perderte ninguna futura edición.