#254 Emprender no es para todos, sobrevivir al incendio de la IA, la forma física es para quien la cultiva y buscar sentido en un mundo saturado de individualismo y vacío
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Emprendimiento
No es para todo el mundo
Interesante este post de Steven Bartlett (Diary of a CEO) en X:
Probablemente sea una opinión inesperada viniendo de mí… el emprendimiento está sobrevalorado y el autoconocimiento infravalorado 👇🏾
La verdad es que la mayoría de la gente sería más feliz con un buen sueldo que con una startup exitosa.
Pero las redes sociales siguen empujando a toda una generación a optimizar su vida hacia metas que en realidad no desean.
A emprendedores como yo nos llueven los “likes” y los seguidores cuando decimos a la gente que deje su trabajo y persiga sus sueños.
Pero casi siempre olvidamos un contexto clave 👇🏾
El emprendimiento puede ser realmente aburrido: tendrás que hacer cosas que no disfrutas.
Tratarás con problemas grandes, duros y estresantes cada día —incluidos festivos, Navidad y cualquier otro descanso— durante años.
Si tienes la suerte de que te vaya bien, los problemas serán más grandes, no más pequeños.
No tendrás un jefe. Tendrás cientos: cada cliente, cada inversor, cada empleado. Les responderás 24x7.
Probablemente trabajarás tres veces más horas que ahora, con diez veces más estrés y una probabilidad mínima de lograr un éxito significativo.
Una encuesta reciente encontró que el 87,7% de los fundadores lidian con algún tipo de problema de salud mental. No es un bug: es una feature.
Verás menos a tus hijos. Probablemente ganarás menos (durante años, quizá para siempre).
Seguramente serás el último en cobrar y te pagarás lo mínimo.
Te costará desconectar. Para siempre. El móvil se convertirá casi en una cárcel.
Y aquí va el remate: si tienes éxito, todo se complica más.
Más dinero = más complejidad.
Más crecimiento = más ansiedad.
Más éxito = más gente que depende de ti.En la vida, cuando sigues el plan de otro, corres el riesgo de ganar los premios de otro. Lo único que digo es: sé intencional.
No estoy en contra del emprendimiento; estoy a favor del autoconocimiento.
La verdadera “riqueza” es, probablemente 👇🏾
✅ Saber qué juego quieres jugar y por qué
✅ Tener el valor de no jugar el juego de los demás
✅ Entender tus fortalezas y debilidades reales
✅ Diseñar tu vida a partir de ellas, no en contra de ellasLa felicidad no va de estructuras, ni de posts en redes, ni de narrativas épicas.
La felicidad va de alineación. De construir una vida que encaje con quien eres.
Esto plantea una pregunta evidente: ¿por qué lo hago yo?
Si soy sincero, la respuesta probablemente sea… no lo sé.
Debe de ser una mezcla de traumas menores, mi incapacidad para encajar en estructuras convencionales como el colegio o los trabajos “normales” (me despidieron varias veces), mi cerebro con TDAH que convierte 14 horas seguidas trabajando en algo que se sienten como 7 minutos, y ciertos temas de autoestima de la infancia.
Sea cual sea la razón, esto es lo que soy y lo que me funciona.
Esta es la forma rara en la que yo me hago feliz y me siento realizado.
Para alguien que no sea yo, probablemente sería una tortura.
Y para mí, su vida seguramente también sería una tortura.
Y ahí está la clave… cuando creas una vida que se siente como un hogar para ti, probablemente le parecerá un infierno a los turistas.
Por favor, ten claro lo que no eres.
Inteligencia Artificial
Se va a producir un gran incendio. ¿Qué clase de planta eres tú?
En The AI Wildfire Is Coming Dion Lim plantea una idea sugerente: lo que estamos viviendo con la inteligencia artificial no se parece a una burbuja a punto de estallar, sino más bien a un incendio forestal. Los incendios son destructivos, pero también cumplen una función regeneradora. Arrasan con lo débil, despejan el terreno, liberan recursos y preparan el suelo para un nuevo ciclo de crecimiento más sano. La cuestión importante no es si habrá un incendio —que lo habrá, pues su aparición es casi inevitable en ciclos de innovación tan intensos—, sino qué tipo de “planta” es o será cada empresa dentro de este ecosistema.
En un bosque, los matorrales secos son los primeros en arder. Crecen rápido, parecen llenos de vida y ocupan mucho espacio cuando las condiciones son favorables, pero carecen de raíces profundas y de resistencia estructural. En nuestra analogía, se corresponderían a las startups que no han construido una ventaja real: productos indiferenciados y wrappers sin distribución o integraciones profundas; son negocios que sólo funcionan con capital abundante y expectativas laxas. Cuando llega la tensión —subida de tipos, capital más exigente, ciclos tecnológicos más impredecibles— desaparecen con rapidez. Para los fundadores es devastador; para el ecosistema, paradójicamente, es saludable, porque libera talento, atención y capital.
En el bosque también hay árboles grandes, aquellos con troncos gruesos, raíces extensas y reservas internas. Son las compañías robustas, con ingresos diversificados, balances sólidos y ventajas competitivas que no dependen del viento del mercado. Las grandes tecnológicas encajan aquí, pero también muchas empresas más tradicionales que han ido consolidando su posición con paciencia y disciplina. Estas compañías resisten el incendio y, en muchos casos, emergen fortalecidas: al desaparecer el sotobosque con el que competían por recursos, suelen ganar espacio, talento y margen de acción.
Existen además especies que rebrotan tras el fuego. A simple vista puede parecer que han desaparecido, pero bajo tierra conservan raíces vivas capaces de generar un nuevo crecimiento una vez pasa la devastación. En el mundo empresarial, esta categoría agrupa a equipos con talento real, conocimiento acumulado y capacidad de reinventarse. Quizá su modelo inicial no era el adecuado o el mercado no estaba preparado, pero el incendio les obliga a replantearse todo y, en muchos casos, les brinda una segunda oportunidad.
Finalmente están las plantas cuyas semillas sólo germinan después del incendio. Necesitan suelo despejado, menos competencia y una concentración distinta de nutrientes para poder brotar. Son las startups que aún no existen y que sólo podrán nacer cuando el ecosistema se haya limpiado: cuando el talento esté disponible, cuando la infraestructura haya madurado, cuando el ruido de la primera ola haya remitido y cuando las lecciones del ciclo anterior estén incorporadas en la cultura del sector. A menudo son estas compañías las que definen el nuevo paisaje y capturan el valor más duradero.
No todas las empresas sufren o prosperan igual ante un cambio tecnológico profundo. Lo relevante es entender la propia naturaleza y actuar en coherencia. Algunos deberán proteger sus raíces; otros, aceptar que la forma actual de su proyecto ha llegado a su fin; otros, esperar el momento oportuno para brotar. Lo que sí parece claro es que el incendio no es el final del bosque. Es el inicio del siguiente.
Salud y Fitness
La forma física no es territorio de los jóvenes. Es territorio de quienes están dispuestos.
Hay historias que nos obligan a replantearnos nuestras ideas sobre el envejecimiento.
Esta empieza de forma sencilla: con una mujer de 80 años que se somete a una prueba de esfuerzo. Nada extraordinario... hasta que uno mira los resultados.
Su consumo máximo de oxígeno (VO2max) es propio de alguien veinte o veinticinco años más joven. Y no sólo es cuestión de números. Saltan a la vista su zancada ligera, su respiración sorprendentemente cómoda, la facilidad con la que sostiene el ritmo… todo encaja con un cuerpo acostumbrado a moverse durante décadas.
Ahí es donde la historia deja de ser una anécdota y se convierte en un recordatorio: el envejecimiento no tiene por qué ser una flecha que sólo apunta hacia abajo.
Ya sabemos que la capacidad aeróbica —como cualquier otra capacidad física— tiende a declinar con la edad, sí, pero lo hace de manera mucho menos inexorable de lo que solemos asumir. El consumo máximo de oxígeno no es un parámetro fijo, sino que es entrenable, moldeable. Podemos perderlo, pero también podemos ganarlo. Y podemos hacerlo a los 40, a los 60 y a los 80. Lo que determina la trayectoria no es el número de velas en la tarta, sino la cantidad de estímulos que seguimos ofreciendo a nuestro cuerpo.
El problema —y ahí está el mensaje clave— no suele ser (sólo) la biología. Lo es la inactividad. No fallamos porque el corazón o los pulmones ya no respondan, sino porque dejamos de exigirles que lo hagan. El cuerpo humano tiene capacidad de adaptación durante toda la vida, la pregunta es a qué. Adaptarse a la actividad o adaptarse a la ausencia de ella son dos caminos divergentes, y nuestra fisiología no tarda en reflejar cuál hemos elegido.
Lo más interesante de todo es que esta mujer —la protagonista del artículo— no fue una atleta profesional, ni creció en un entorno de élite, ni siguió planes de entrenamiento sofisticados. Hizo algo mucho más accesible: moverse de forma consistente durante décadas, haciendo lo que tuvo a su alcance. Caminar, correr, pedalear, mantenerse activa incluso cuando la vida se lo ponía difícil. No hay épica aquí. Lo que hay es constancia.
Quizá esta sea una de las grandes ideas que deberíamos incorporar a nuestra cultura de la longevidad: la juventud biológica no se conserva, se cultiva. Y se cultiva todos los días. No exige heroicidades ni genéticas privilegiadas, exige continuidad.
Es tentador pensar que la forma física es territorio de los jóvenes. Pero la evidencia apunta en otra dirección: la forma física es territorio de quienes están dispuestos a hacer el sacrificio para mantenerla y mejorala.
Inteligencia Artificial
¿Cómo va a cambiar la economía?
Hace unos días leía un artículo de UBS que decía que la industria de la longevidad (entendida en sentido amplio) iba a alcanzar un descomunal tamaño de 8 billones (8 trillions) de dólares a finales de la década (incluso por encima de la industria de la IA), lo que die pie a que mi amigo Mehdi me pusiera sobre la pista de este otro interesantísimo artículo sobre cómo la IA va a reconfigurar la economía, siendo precisamente la industria de la salud y el bienestar uno de los más favorecidos.
El artículo plantea una tesis de fondo clara: la inteligencia artificial no está simplemente automatizando tareas, sino reprogramando los fundamentos de la economía. El debate relevante no es si la IA destruye o crea empleo, sino cómo altera los incentivos, los costes y el propio motor del crecimiento económico.
Durante décadas, ese motor ha sido relativamente estable: productividad → salarios → consumo. La IA rompe esa cadena. Al abaratar de forma radical los servicios intensivos en conocimiento —consultoría, análisis, diseño, programación, atención al cliente— empuja a muchos trabajos hacia la comoditización. El efecto no es solo eficiencia, sino presión estructural sobre los salarios de las clases medias, que son las que sostienen el consumo masivo.
A esto se suma un cambio cultural profundo: el consumo se ha convertido en una forma de ocio. Internet está optimizado para mostrarnos cosas que comprar. Comprar genera un pequeño pico de felicidad: novedad, recompensa, sensación de progreso. Gran parte de la economía digital actual se sostiene sobre ese bucle psicológico de atención, deseo y compra.
Ese modelo empieza a romperse cuando la compra deja de ser humana. En un mundo donde agentes de IA compran por nosotros, el consumo se automatiza. Ya no navegamos, no comparamos ni caemos en impulsos. Delegamos. Y cuando delegamos, la compra deja de ser experiencia emocional y pasa a ser una función optimizada.
Además, los agentes no sucumben a los trucos clásicos del marketing. No sienten FOMO, no reaccionan a escasez artificial ni a narrativas aspiracionales vacías. Optimizan. Buscan lo que es mejor para el usuario según criterios explícitos: salud, coste total, durabilidad, impacto a largo plazo. Esto elimina gran parte del valor del marketing diseñado para explotar sesgos humanos.
La consecuencia es doble. Por un lado, disminuye el volumen de consumo impulsivo. Por otro, cambia radicalmente qué productos siguen siendo comprados. En un entorno más racional y menos emocional, ganan peso los productos y servicios ligados al florecimiento humano: health, wealth y wellbeing. No por un despertar moral colectivo, sino porque los intermediarios algorítmicos priorizan resultados sostenibles a largo plazo.
Aquí aparece un matiz crítico que el artículo deja entrever: si hay menos consumo, el modelo de negocio de Internet deja de funcionar para la IA. Las grandes plataformas digitales se construyeron sobre un supuesto básico: maximizar tiempo de pantalla para inducir consumo. Publicidad, clics, compras impulsivas. Pero ese modelo depende de humanos distraídos y emocionalmente manipulables.
La IA opera en el escenario opuesto. Si los agentes reducen el consumo, ignoran la publicidad y optimizan decisiones, no tiene sentido replicar modelos basados en atención, anuncios y sobreconsumo. Las empresas de IA no pueden vivir de empujar más cosas a más gente.
Por eso, están forzadas a buscar nuevos modelos económicos. Modelos basados en suscripción, en participación en el valor generado, en fees ligados a resultados, en ahorro de costes, en mejora de métricas vitales. Modelos donde el incentivo está alineado con que al usuario le vaya mejor, no con que consuma más.
En ese sentido, la IA no solo cambia qué se compra, sino cómo ganan dinero las empresas que la construyen. La economía que emerge no es una economía de volumen, sino de impacto. Menos transacciones, más valor por decisión.
En resumen, la IA no está acelerando la economía del consumo: está obligando a inventar otra. Una economía donde el crecimiento no se mide en cosas vendidas, sino en resultados humanos mejorados. Y ahí, de nuevo, el eje vuelve a ser el mismo: florecimiento humano antes que consumo infinito.
Mentalidad
Preparación > Planificación
Creo que esta observación de Sahil Bloom es muy acertada:
Cuanto más viejo me hago, más claro veo que la preparación siempre supera a la planificación.
La planificación parte de la expectativa de que todo seguirá un orden.
La preparación parte de la expectativa de que reinará el caos.Planificar para el orden te deja indefenso cuando llegue el caos.
Prepararte para el caos te permite prosperar en cualquier condición.
Cultura
El retorno de la fe ante la saturación del individualismo
Si Carlos Otermin nos dice que este es el mejor artículo que ha leído este año, no nos queda otra que leerlo.
Rosalía y su obra muestran cómo una generación hastiada del individualismo y el hedonismo busca sentido más allá de los likes y el placer, volviendo a la comunidad, lo sagrado y la trascendencia como antídoto al vacío moderno.
Y no está sola. Su generación —los hijos de los posmodernos, relativistas y neoliberales— ha heredado un mundo sin templos ni certezas; sin comunidad ni arraigo. A fuerza de emanciparlos, los arrojamos al vacío. Les prometimos, como denunciaba Diego S. Garrocho, que podrían vivir una vida en el absurdo y de tanto deconstruir, sus existencias han terminado siendo una auténtica ruina. Les enseñamos que no había verdades, ni bien, ni mal, ni sentido, solo elecciones. Les dijimos que podían ser lo que quieran ser, ser todo, en todas partes, al mismo tiempo. Les adentramos en el mar de la libertad, pero sin brújula ni puerto al que dirigirse. Y ese mar de opciones infinitas, lejos de emanciparlos, se volvió abismo insondable que los dejó paralizados. E incapaces de devolverle la mirada al abismo, ahora, nuestros hijos naufragan entre identidades líquidas, vínculos efímeros y deseos que no se sacian. Se consumen en el consumo. Abandonados a toda esperanza, les abrimos las puertas del infierno.
¡Leedlo!
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Ojo, este post, no es cortar leña , llevar agua, sin embargo remueve cimientos y hace temblar el suelo. Autoconocimiento, comunidad, fé, fuego ... alguien da más?