#59 Estados alterados de consciencia (2)
Soy @samuelgil, Partner en JME Ventures.
Esta es mi newsletter semanal, un lugar donde nos reunimos aquellos que creemos que la tecnología transforma juegos de suma cero en juegos de Suma Positiva.
Cuando Gutemberg inventó la imprenta en la Alemania del siglo XV probablemente no se imaginó que su creación provocaría numerosas reformas y revoluciones religiosas en toda Europa, entre las que destacó la protestante.
La imprenta permitió que los fieles tuvieran por primera vez acceso directo a los textos sagrados y, lo que es más importante, en una lengua que entendían. Se percataron de que el ‘hocus pocus’ que habían estado recitando mecánicamente en misa cuando agua y vino se transmutaban en sangre y cuerpo era un ‘hoc est corpus’ y que significaba ‘esto es el cuerpo’. Las grietas de la presa católica se dilataron y estallaron y las aguas de la libertad de interpretación se abrieron paso.
Los estados alterados de consciencia se encuentran actualmente ante su ‘momento imprenta’. Los avances en psicología, neurobiología, farmacología y tecnología de los últimos años nos están permitiendo por primera vez tener un mayor acceso a los mismos y, sobre todo, comprenderlos mejor. Gracias a ello, podremos separarlos de los misterios, dogmas y tabúes en los que solían venir envueltos.
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Estados alterados de consciencia (2)
Algunos estados no ordinarios de consciencia nos permiten rendir física y cognitivamente, individual y colectivamente, muy por encima de nuestro nivel habitual. Otros, nos permiten crecer personalmente gracias a un mejor conocimiento de nosotros mismos. Todos ellos nos enganchan porque nos sumergen en experiencias ricas y placenteras.
Desactivando las áreas del cerebro que crean las ilusiones del yo, del pasado y del futuro, ganamos perspectiva, libertad y foco. Nos libramos de los disfraces que las normas sociales nos obligan a llevar. Nos concentramos en el presente, el único momento que importa porque es el único en el que podemos actuar. El único momento sobre el cual, en lugar de recuerdos borrosos o castillos en el aire, tenemos grandes cantidades de información fiable. Pasamos de beber agua turbia con pajita a enchufarnos a una manguera de agua cristalina.
No sólo percibimos mucha más información, sino que también mejoramos el acceso a la que ya teníamos almacenada en nuestra memoria, posibilitando la combinación creativa de ambas. Esto se debe a que en estos estados se activan redes neuronales que interconectan regiones del cerebro que en condiciones normales permanecerían inactivas o incomunicadas. Nos volvemos capaces de pensar lateralmente y de conectar ideas de forma original. Además, como nuestro ego anda de vacaciones, somos capaces de contradecir opiniones que veníamos defendiendo en el pasado o incluso de contemplar posiciones opuestas simultáneamente. Gracias a ello, es posible encontrar soluciones no convencionales a problemas complejos.
Si a lo anterior le sumamos que cambiamos nuestro modo de procesamiento consciente habitual por uno inconsciente con turbo, es como si de repente pasásemos de navegar por la red con un Intel x386 conectado a través de un módem a 14.4 kpbs por un i7 conectado por fibra óptica de 1 Gbps.
Desconectar con nuestra percepción del yo a la vez que nos sumergimos en un océano de información de alta fidelidad por el que buceamos con la destreza propia de un tiburón blanco, es lo que le puede conferir ese tinte trascendente o místico a algunas de estas experiencias. De repente sentimos que hemos entrado en contacto o comunión con algo más grande que nosotros mismos. Podríamos regresar de la experiencia con unas ideas tan nuevas que pareciera que nos han sido reveladas por un ser superior o por un extraterrestre, dependiendo si somos más de misa de domingo o de Cuarto Milenio.
Cuando “fluimos”, cuando estamos “en la zona”, no sólo sentimos y procesamos más y mejor, sino que también somos capaces de actuar mejor. Los tiempos de respuesta muscular se acortan por lo que nos volvemos más rápidos, ágiles y precisos. Los triples entran como churros y las palabras vuelan como flechas.
El saber qué está ocurriendo en nuestros cuerpos y mentes a nivel neurobiológico—un nivel de abstracción inferior al psicológico—es lo que nos ha permitido sustituir las interpretaciones más folclóricas de otros tiempos por otras más simples y racionales, además de abrirnos la puerta a hackear el sistema. Dicen los americanos que “no se puede leer la etiqueta desde dentro del frasco” y hasta ahora estábamos encerrados en él. La neurobiología nos ha permitido leer los ingredientes.
En el pasado, pensábamos que todos los problemas psicológicos debían ser resueltos desde el propio plano psicológico. El entender mejor qué está ocurriendo a niveles de abstracción inferiores nos proporciona mejores herramientas. Porque, como dijo Einstein, “no se puede solucionar un problema desde el mismo nivel en el que éste fue creado”.
🚪 Llamando a las puertas del éxtasis
Todos tenemos la impresión (equivocada) de que la mente controla el cuerpo. Aún atribuyendo a las neuronas ciertas cualidades especiales, éstas no son propiedad exclusiva del cerebro. Por ejemplo, nuestro estómago alberga más de 100 millones de ellas, motivo por el cual quizás lo de pensar con el estómago—o incluso con otras partes que suenan peor—tenga más sentido del que creemos.
En realidad, lo que conocemos como ‘mente’ no es algo más que un fenómeno que emerge del sistema complejo que es todo nuestro organismo. Cuando hablábamos de sistemas complejos decíamos:
Una ilusión en la que caemos frecuentemente al pensar en sistemas complejos es en la de pensar que el control es algo centralizado o que se impone desde fuera. Tenemos la idea de que el cerebro controla al resto del cuerpo, pero la realidad es que el resto del cuerpo controla al cerebro tanto como el segundo al primero. Dicen que mens sana in corpore sano y razón no les falta. Un sistema con retroalimentación no tiene principio ni fin, lo que implica que el control es tanto un efecto como una causa. Un general está tan controlado por sus tropas como las tropas lo están por el general.
El bótox nos hace parecer más jóvenes porque paraliza ciertos músculos de la cara, dejando la piel de esa zona más estirada. Como contrapartida, esta parálisis facial también nos impide realizar los gestos que expresan ciertas emociones. Bien, pues se ha demostrado que el no ser capaces de expresar dichas emociones nos hace también incapaces de sentirlas. O, dicho de otra forma, que la expresión de la emoción y la emoción en sí misma son la misma cosa. La una provoca la otra tanto como la otra provoca la una. De ahí que el bótox se esté empleando también para que personas con depresión sientan menos tristeza. Así que, ahora, cuando el instructor de Volava me grita “¡sonríe!” después de 40 minutos de machaque le intento corresponder, aunque tenga el corazón a punto de salírseme por la boca.
Está también demostrado que hacer una ‘power pose’—ponernos en pie con los pies ligeramente separados y los brazos “en jarra”, con las manos apoyadas en la cadera—aumenta nuestra confianza antes de hablar en público.
A diferencia de Occidente, donde la tradición judeo-cristiana nos ha metido en la cabeza eso de que el cuerpo es algo de lo que no debemos fiarnos en exceso o incluso algo “sucio”, en Oriente llevan cientos de años sabiendo que el cuerpo es una puerta de entrada a los estados de éxtasis, como la práctica de la meditación budista o el yoga hindú prueban. Gracias a lo que sabemos hoy en día, podemos afirmar que trabajar nuestra expresión facial, respiración, postura, flexibilidad o equilibrio no son (sólo) fumadas new age, sino que son palancas con base científica para influir positivamente en nuestra psicología.
Como puertas de entrada a estados alterados, estas técnicas arcaicas—meditación, canto, danza, rezo, música, deporte, prácticas sexuales—tienen la pega de requerir a veces años de práctica persiguiendo sensaciones altamente subjetivas.
Para mi sorpresa, tomar drogas no algo exclusivo de humanos estúpidos, sino que es algo muy extendido en el reino animal. Por ejemplo, los elefantes se emborrachan en cuanto pueden con el fruto del árbol de la marula y los delfines se colocan con una toxina alucinógena que segregan los peces globo cuando los estresan—algo que los delfines hacen adrede jugando con ellos como si fueran balones de Nivea. Es una conducta tan extendida entre los animales que algunos científicos la califican como la cuarta fuerza motivacional más poderosa después de la comida, la bebida y el sexo.
Si, como sabemos, jugar con drogas suele acabar mal, ¿cómo es posible que la evolución haya seleccionado a una enorme colección de bichos yonquis? Existe la teoría de que las drogas les sirven a los animales para romper ciertos patrones de comportamiento de los cuales no son capaces de salir. Las drogas habrían podido conferir así una ventaja evolutiva a los más abiertos a la experimentación.
Es conocido por todos que Steve Jobs consumía habitualmente sustancias psicodélicas para estimular su creatividad. Según Tim Ferris, el hábito está mucho más extendido. Casi todos los multimillonarios de Silicon Valley que él conoce—y son muchos—toman psicodélicos como ayuda para resolver problemas complejos. Al parecer, las drogas psicodélicas no son sólo cosa de hippies sesenteros o de makineros pastilleros.
La tecnología también tiene mucho que decir ofreciendo desde actividades que ofrecen sensaciones parecidas a ciertos deportes de riesgo pero sin su peligrosidad, hasta dispositivos de biofeedback que transforman la búsqueda subjetiva del nirvana de la meditación por experiencias mucho más rápidas y controlables. Entre medias, tenemos un sinfín de tecnologías de audio y vídeo que nos ofrecen experiencias altamente inmersivas con las que saturar nuestros sentidos y noquear nuestra consciencia: cañones de sonido, proyecciones tridimensionales, realidad virtual, tanques de aislamiento sensorial…
⚔️ Los guardianes de las esencias
El poder de una iglesia proviene del monopolio que ejerce sobre el acceso a un dios. Las experiencias místicas están bien, siempre y cuando se ajusten al relato sobre el que se ha edificado la institución. Si bajas del monte y cuentas una historia muy diferente a la que ellos han elevado a los altares, históricamente tenías muchas papeletas para que te dijeran que eras un hereje y acabases en la hoguera.
En toda cultura hay ciertas drogas que están toleradas. En la nuestra, fundamentalmente el alcohol. Si eres un científico de una prestigiosa universidad británica y demuestras con datos que consumir éxtasis es menos peligroso para la salud que consumir alcohol, ¿qué ocurre? Que el ministro de sanidad te fulmina inmediatamente. El estado puede copar con un determinado nivel de subversión a la ley, pero no con más.
Las personas tenemos un sesgo irracional contra la tecnología y una veneración excesiva por el esfuerzo. Todo lo que ocurre dentro del cuerpo es bueno y puro y todo lo que viene de fuera es a priori malo. Aumentar nuestro rendimiento de alguna forma “no natural” es hacer trampas. Pero, ¿qué es natural? ¿llevar gafas es natural? ¿lavarse los dientes es natural? ¿tomarse una aspirina es natural?
🐲 There be dragons
“La locura es rara en los individuos, pero en grupos, partidos, naciones y edades es la regla.” — F. Nietzsche
Puede que hasta ahora hayamos mostrado una imagen idealizada de los estados no ordinarios, pero la realidad es que la historia está plagada de incursiones “más allá del muro” que acabaron mal.
Los psicólogos se refieren a las formas más profundas de estos estados como la “muerte del ego”. En ocasiones, esta pérdida repentina y despiadada de nuestros puntos de referencia puede ser desestabilizadora.
Para empeorar aún más las cosas, estas experiencias son extremadamente tentadoras. Prueba de ello son los cuatro billones de dólares que nos gastamos cada año en la “economía de los estados alterados”.
Hay que tener mucho cuidado, pisamos sobre terrenos pantanosos.
Igualmente, hemos pintado a los guardianes de las esencias como a unos rancios reaccionarios, pero es de justicia reconocer que juegan un papel importante, pues lo que nos encontramos al otro lado del muro no es siempre algo seguro. Sin duda, podemos encontrar valiosísimos picos de percepción e inspiración, pero también podemos meternos en los pantanos de la adicción, la superstición y el pensamiento grupal, lugares en los que los no preparados pueden quedarse atrapados.
Por esta razón, la mayor parte de la gente no se aventura sola al exterior. Buscan a otros que hayan pasado por ese camino antes. Buscan orientación y liderazgo. El problema es que no todos los que nos pueden acompañar tienen nuestras mejores intenciones en el fondo.
Y no se trata solo de la falta de escrúpulos de los líderes, sino que es también el poder de las herramientas que manejan. Durante el éxtasis, nuestro sentido del “yo” individual es reemplazado por el sentimiento de ser un “nosotros” colectivo. Y esto no sucede solo en grupos pequeños y de confianza como los Navy SEALs o los empleados de Google en un festival en el desierto. También es el sentimiento que surge en los grandes mítines políticos, conciertos de rock y partidos de fútbol.
Cuando perdemos nuestra identidad y nos fusionamos con el grupo, corremos el peligro de perder demasiado de nosotros mismos. Como decía Nietzsche, la locura es el común en las masas. En un grupo en éxtasis es prácticamente inevitable. Nuestro apreciado individualismo racional corre el riesgo de ser invadido por el poder del colectivismo irracional. Así es como los ideales de la Revolución Francesa se desviaron hacia el gobierno de la mafia sangrienta del Reino del Terror.
¿Por qué hemos perdido tantas veces el tren de esta revolución del potencial humano? Porque los estados alterados tienen una historia de alterar estados…nación. Porque los flautistas de Hamelin, las sectas y los dictadores nos asustan. Porque el impulso de salir de nuestras cabezas ha terminado tantas veces en tragedia como en éxtasis. Porque “el muro” nos protege tanto como nos confina. Porque nadie quiere terminar como los niños de Hamelin, atraídos más allá de la seguridad de las murallas de la ciudad para nunca volver a saber de ellos.
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