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La edición de Suma Positiva de esta semana viene a cargo de José María García.
José María tiene una amplia experiencia en tecnología, emprendimiento e impacto. Tras dejar su huella en organizaciones como Google, McKinsey, Netjuice y Ashoka, lideró el lanzamiento de Gratix, una plataforma circular para compartir lo que no se usa.
En la actualidad está “trabajando para el Planeta”, como advisor, inversor y profesor, y comparte sus aprendizajes en la newsletter Verdades Incómodas, convencido de que si ponemos la tecnología y la naturaleza de nuestro lado podemos solucionar el cambio climático y los demás problemas medioambientales que hoy nos amenazan.
Hoy nos viene a hablar de economía circular, resumiendo en una visión global todo lo que ha aprendido y vivido en primera persona. Si os interesa, os recomiendo que os suscribáis a su newsletter.
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Economía circular
por José María García
Para lo mucho que se habla de cambio climático, poco se escucha sobre economía circular. Y cuando es así, nos llega en sabores muy variados, desde la moda de segunda mano de Vinted a la producción de biometano. ¿Qué es realmente la economía circular? ¿Por qué se llama así?
Como su nombre indica, la economía circular se basa en que los objetos y materiales que consumimos circulen el mayor tiempo posible. Frente a la economía lineal, basada en el modelo de “take-make-waste”, o “extraer-fabricar-tirar”, que extrae materiales y genera residuos, el principio fundamental de la economía circular es mantener las cosas en la economía, a su máximo valor, el mayor tiempo posible.
La economía circular reduce los residuos generados y la necesidad de extraer recursos. Y por tanto también las emisiones de gases de efecto invernadero como el CO2 asociadas a la fabricación lineal de objetos, estimadas en torno al 50% del total.
La economía circular como necesidad y oportunidad
Pero la economía circular es mucho más que eso: es una respuesta adecuada al sistema operativo que necesitamos para hacer viable el “plan de negocio” del Planeta Tierra, que la economía lineal actual es incapaz de garantizar.
Todos somos conscientes de la amenaza del cambio climático, no en vano este año está en camino de marcar un récord global de temperatura, rebasando por primera vez el objetivo del 1,5º de París. Además nos enfrentamos a un serio desequilibrio de recursos del Planeta: se estima que globalmente consumimos cada año de media 1,75 veces los recursos que genera. No son las únicas señales de alerta: ya hemos rebasado 6 de los 9 “límites planetarios” que nos mantienen en equilibrio medioambiental.
El principal problema de esta evolución es que es exponencial: estos deterioros se van acumulando año sobre año, siguen la regla del interés compuesto y se están acelerando rápidamente. Tratar de introducir mejoras lineales sobre un plan que no ha funcionado no parece una fórmula de éxito.
La economía circular, en cambio, sí aporta una solución distinta, al reducir los recursos necesarios y los residuos generados, en un ciclo que precisamente por su circularidad se retroalimenta de forma continua y genera la exponencialidad que necesitamos.
Y es que la economía circular está inspirada en la naturaleza, que es exponencial. El medio natural no conoce el desperdicio. Todo lo que pierde su uso, como el animal que muere, es absorbido por la propia naturaleza como recurso para generar algo nuevo, como el bosque al que abona. Para la naturaleza, cada residuo es alimento del siguiente proceso.
De hecho, la extensión de la economía circular es la economía regenerativa, que se basa en alinear nuestra producción y consumo con el desarrollo del ecosistema natural. De forma que el efecto neto de nuestra actividad humana sobre el Planeta no sea ya el de reducir sus recursos, sino el de generar capital natural que asegure su prosperidad y crecimiento.
En términos del plan de negocio a largo plazo del Planeta, ello nos permite completar las eficiencias en recursos que nos proporciona la economía circular con la garantía de que el propio Planeta siga generando, de forma renovable, los recursos naturales que necesitamos.
Pero la economía circular no va de introducir mejoras graduales, va de cambiar el paradigma y hacer las cosas distintas. Implica replantearnos cómo estamos haciendo las cosas y diseñar de nuevo los principios y procesos. Es una auténtica revolución que va a cambiarlo todo. Que atiende a una idea tan poderosa que, una vez alcance velocidad de crucero, no se podrá parar. Y que algún día nos preguntaremos cómo podíamos mantener un sistema lineal. Tenemos que preparar ese futuro circular, y cuanto antes mejor.
Principios de la economía circular
Imitar a la naturaleza supone replicar su funcionamiento para que nuestro crecimiento sea compatible con el desarrollo natural del Planeta. Con todas nuestras creaciones, hemos creado un ciclo técnico, paralelo a su ciclo biológico, que necesitamos acoplar a su esquema circular.
Para lograrlo pensemos en la vida útil de cada producto en tres pasos clave: el diseño, su uso al máximo valor y la separación final de sus materiales.
El diseño es el acto creador en el que nos equiparamos a la naturaleza, generando nuestros inventos humanos que tendrá que absorber. Pensar desde el principio los productos y servicios para que duren y se conviertan en recursos al final de su vida útil es dónde más impacto podemos tener para reducir emisiones, residuos y necesidades de recursos.
Extender la vida útil de cada objeto, conservando en cada fase su máximo valor, es la base de la economía circular. El mayor valor de los productos no está en sus materiales, sino en el valor añadido que incorpora su fabricación conforme a un diseño. Por eso es tan importante una cultura de lo duradero, en que las cosas estén fabricadas para durar, cuenten con servicios de mantenimiento, recambios y reparaciones que lo faciliten, y con opciones de compartir de forma simultánea o sucesiva que extraigan su máximo valor. Sólo cuando el objeto no pueda seguir satisfaciendo el uso para el que fue fabricado, llegará el momento de aprovechar sus componentes, primero sus piezas y finalmente sus materiales.
La separación final de materiales es clave para su aprovechamiento. Hay que separar los materiales biológicos de los técnicos, ya que la naturaleza sólo puede absorber los primeros, y los distintos materiales entre sí. Productos diseñados para una fácil separación hacen más fácil y económicamente atractivo su futuro uso como recursos.
El “diagrama de la mariposa” popularizado por la Fundación Ellen MacArthur ilustra de forma visual estos principios en círculos concéntricos de mayor a menor valor según se acerquen o alejen del centro, y separados por ciclo biológico y técnico.
Dos dimensiones de la economía circular
Podemos hablar de dos dimensiones de la economía circular claramente diferenciadas, en base a ese salto entre aplicar sus principios al objeto que incorpora un diseño y fabricación, o a los materiales de los que se compone. El pionero de la economía circular Walter R. Stahel habla de la “Era de R” y la “Era de D”. Estos nombres corresponden a la inicial con la que empiezan la mayoría de las actividades que implica cada una.
La Era de R se basa en extraer el mayor valor a los objetos mientras sea posible, extendiendo su uso al máximo, y sus protagonistas somos sus consumidores como usuarios. La Era de D empieza cuando ya no cuenta el objeto sino los materiales que le integran, y persigue aprovechar sus moléculas y átomos extrayendo su máximo valor y pureza, siendo sus protagonistas los agentes económicos que gestionan los procesos y mercados que lo hacen posible. Aunque podría sonar a que la Era de D es B2B y la Era de R es B2C y C2C, también hay numerosas actividades en la Era de R a nivel B2B.
La Era de R, o economía circular de objetos, coincide con lo que podemos hacer como ciudadanos para aplicar la economía circular en nuestro día a día, para la extensión de la vida útil de cada producto. Coincidiría en buena parte con las “populares” 3R: reducir, reutilizar y reciclar. Y con muchas otras Rs adicionales que se añaden en distintas clasificaciones, como reparar y reacondicionar. Pero también con otras acciones como compartir y mantener.
Sin embargo, hay una R que en realidad es el principio de todas las Ds: se trata de reciclar. Y ello es porque los usuarios no reciclamos, lo que hacemos es separar cuando tiramos la basura o llevamos cosas a un punto limpio, de forma que facilitemos el reciclado posterior. El reciclaje supone despedirnos del valor que nos ha dado un objeto y empezar a tratarlo como material, aunque ese proceso ya no lo hagamos nosotros sino los agentes especializados que vienen luego. Por ello, se considera el reciclaje como la estrategia de menor valor de la economía circular. Por el valor que se pierde al prescindir del diseño y fabricación, y porque para el consumidor lo es, independientemente de que en un momento dado esos materiales puedan alcanzar un valor mayor.
La Era de D, o economía circular de materiales, tiene como objetivo convertir los residuos en recursos, extrayendo el mayor valor que puedan alcanzar como materiales en nuevos procesos. Aquí la R de reciclaje desemboca en numerosas Ds, como deconstrucción, de-laminado, de-vulcanizado, despolimerización… hasta extraer y reutilizar materiales lo más puros posibles. En sentido amplio, incluye procesos tanto técnicos como biológicos, según del tipo de materiales que trate.
Por tanto, se trata de una nueva economía repleta de oportunidades. ¿Qué tipo de negocios vemos y podemos esperar en cada una de estas dimensiones?
Economía circular de objetos (R)
Alargar la vida de los objetos no es un negocio nuevo, pero su desarrollo se ha acelerado enormemente con el desarrollo de plataformas digitales. Podemos mapearlas en base a dos criterios: su modelo contractual y el valor añadido que aporta a sus participantes.
Los modelos contractuales oscilan entre el modelo de propiedad tradicional, que se transmite por compraventa, y distintos modelos de sharing, en los que la propiedad se comparte entre distintos usuarios o se transmite de forma gratuita.
Los niveles de valor añadido parten del modelo más básico, en el que la plataforma crea y gestiona el entorno para que los particulares se coordinen entre sí, a otros en los que va añadiendo distintas capas de servicio que refuerzan la confianza y mejoran su competitividad frente a la oferta tradicional, tales como certificación, garantías, mantenimiento, reparación, reacondicionamiento, seguro, sustitución e incluso operación.
Teniendo en cuenta estos dos criterios, podemos simplificar la realidad en cuatro modelos de negocios de la economía circular de objetos: marketplaces de segunda mano, “circular merchants”, “sharing marketplaces” y “product as a service”.
Los marketplaces de segunda mano facilitan la reutilización mediante la creación de mercados C2C entre particulares o empresas para la venta de lo que ya no se usa. Bien genéricos como Wallapop o Milanuncios, o verticalizados, como Vinted [Samuel: o nuestra GoTrendier en México y Colombia], o Catawiki, su objetivo es crear un entorno de confianza y minimizar la fricción para hacer la segunda mano competitiva con la oferta tradicional. En categorías como inmobiliario o motor estos modelos siempre han tenido un peso destacado, dado el elevado valor del activo.
Los “circular merchants” añaden una capa más de servicios a la compraventa de segunda mano mediante un modelo C2B2C, en el que adquieren, verifican y en su caso reparan o reacondicionan el producto para que disfrute de una segunda vida, incorporando garantías. Dada la operativa especializada que requieren, suelen concentrarse en una categoría en la que desarrollan capacidades en profundidad, como compradores y como vendedores. Un buen ejemplo son Backmarket o Refurbed en electrónica, que además fomentan un ecosistema de empresas reacondicionadoras y reparadoras. Otras categorías con ejemplos destacados de circular merchants son moda (Percentil o Micolet), libros y entretenimiento (Hamelyn o Momox) o deportes (Tuvalum). Cada vez más hay marcas que también están incorporando este modelo con sus propios productos.
Los “sharing marketplaces” son plataformas C2C para compartir el mismo objeto entre distintas personas en el momento que lo necesitan. Aunque su caso de uso responde a una lógica contundente (¿por qué comprar un taladro que vamos a utilizar de forma puntual?), pocas empresas han conseguido desarrollar este mercado, dados sus retos de fricción y modelo de negocio. Entre ellas Fat Llama en UK, Hygglo en Suecia o Peerby en Holanda.
Otra modalidad de sharing, la de compartir de forma gratuita, que desde Gratix intentamos convertir en una opción al consumo lineal, se enfrenta a retos similares. Olio en UK y Geev en Francia son los que más lejos están llevando este modelo, al que incorporan la lucha contra el desperdicio alimentario.
El modelo de “product as a service” se basa también en compartir un activo entre distintos usuarios, bien sea de forma puntual y con un pago por uso (como Uber o AirBnB) o de forma más habitual (como la suscripción al uso de dispositivos que ofrecen Grover o Tecfys). En este modelo, el usuario no sólo no necesita convertirse en propietario, sino que además tiene un valor adicional al disfrutar de otros servicios garantizados por el proveedor, como el mantenimiento. De hecho, buena parte de esta oferta ya está viniendo de empresas líderes en su sector, como Decathlon, Leroy Merlin o Mutua (Voltio), que ven en ella una línea de negocio adicional.
El potencial de mercado para estas opciones es enorme. Pese a su desarrollo reciente, la segunda mano todavía es un porcentaje muy reducido del mercado total en la mayoría de las categorías. Y las casas están llenas de objetos que no se volverán a utilizar si no se les da salida. Las propias marcas también lo empiezan a ver como un espacio cada vez más importante para su relación con el consumidor final. Existe mucho hueco para emprendedores que creen valor y eliminen fricción.
Economía circular de materiales (D)
Convertir los residuos en recursos tampoco es un negocio nuevo. Converge con la evolución del “waste management” que no deja de crecer, ya que seguimos generando más y más desperdicios. La clave es la llamada “valorización”, ya que gracias a la evolución de las tecnologías de separación y procesamiento cada vez somos capaces de extraer un mayor valor de los residuos.
Es lo que William McDonough, otro pionero de la economía circular, llama “minar las ciudades”. Ponía como ejemplo que el valor de extracción de oro en una mina era de 210$ por tonelada, pero ascendía a 7560$ entre los dispositivos móviles desechados. Extraer recursos valiosos de los materiales desechados no sólo reduce residuos, extracción y emisiones, además puede convertirse en un gran negocio.
El desarrollo de esta economía circular de los materiales tiene un doble valor. De una parte, reducir los residuos que acaban en vertedero y acercarnos al objetivo ideal de que el reciclaje se aproxime al 100% del desperdicio. En definitiva, que no se tire nada. De otra, generar nuevos sistemas productivos basados en materiales reutilizados.
Tendencia que en buena medida ya estamos viendo: el “waste management” cada vez parece más atractivo, como demuestra la actividad reciente de M&A en el sector.
La clave es hacerlo cada vez más competitivo para batir los costes de los procesos lineales, y la tecnología la palanca clave para conseguirlo, tanto en el ciclo técnico como biológico. Por ejemplo, se estima que buena parte de la demanda de minerales necesarios para las energías renovables ya podría extraerse de la “basura electrónica”, sin necesidad de minería. [Samuel: nosotros hemos invertido en una compañía de robótica cuyo primer sector de aplicación es precisamente el de la gestión de residuos electrónicos] O vemos la sustitución de combustibles fósiles con fuentes de energía alternativa como el biometano, cuyo origen es tan orgánico como el estiércol.
En la medida que sigan mejorando sus economics, será más habitual que nuestra vivienda o nuestra ropa se hayan fabricado con materiales reciclados, que las nuevas tecnologías vengan con una huella medioambiental mucho más reducida o que nuestro avión vaya impulsado por combustibles de base orgánica, entre muchos ejemplos.
Todavía es “día uno” para un futuro circular
En definitiva, la economía circular es tierra de oportunidades y sólo estamos en sus inicios. Y no es sólo cuestión de sostenibilidad. De igual manera que las energías renovables están mostrando su ventaja económica una vez que escalan, dada su abundancia al renovarse constantemente, una economía basada en la economía circular nos aleja de la escasez de recursos.
Lograrlo implica pensar en grande, empezando con el diseño, siguiendo con la vida útil de cada producto y con la valorización de sus materiales, para volver a incorporarse en el ciclo siguiente. Ir entendiendo y optimizando este ciclo hasta que desaparezca todo residuo, bien porque se convierte en recurso, o porque sustituimos o eliminamos los materiales que no lo permiten. Mejorando casilla a casilla nuestro plan de negocio del Planeta de forma exponencial.
Acelerarla depende de todos. Y sobre todo de aquellos que pongan en marcha los sistemas que nos faciliten hacerlo posible a escala. ¿Te animas a imitar a la naturaleza?
Gracias por leer Suma Positiva.
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La Era R, Era D, ... sigo defendiendo la ERA E.... la de "Evitar" todo aquello que puedas... aunque esto va directamente en dirección opuesta a la sociedad de consumo actual.
Muy interesante el artículo, quizás el verdadero problema es que a pesar de haber una "conciencia" sobre el problema, no hay una verdadera "consciencia" sobre el tema. Aunque la RAE no distingue claramente sobre ambos vocablos para mí hay una gran diferencia:
La conciencia se centra en la percepción del presente y la experiencia inmediata, mientras que la consciencia abarca una perspectiva más amplia, considerando nuestras creencias, valores y metas a largo plazo. La clave (como casi siempre) está en la educación, hay mucha gente que dice tener conciencia sobre el tema pero sigue comprando en Temu productos que no necesita (por ejemplo) simplemente porque es "barato". Así con casi todo: ropa, muebles, tecnología etc etc, la era del consumismo está en contra de una verdadera economía circular y los efectos sobre el sistema capitalista actual son difíciles de aceptar por todos los implicados.