“Para alcanzar la excelencia como individuo (o como inversor), para dominar tu arte, debes versarte en las lecciones aprendidas por psicólogos, científicos cognitivos, físicos, biólogos, genios de la literatura, filósofos, matemáticos y jugadores.”
—Josh Wolfe
Hola, soy @samuelgil, Partner en JME Ventures. Bienvenido a mi newsletter semanal, un lugar donde nos reunimos aquellos que creemos que la tecnología transforma juegos de suma cero en juegos de Suma Positiva.
En la anterior edición de Suma Positiva aprendimos que la extraordinaria capacidad humana de colaborar en grupos formados por personas que no comparten lazos de parentesco está vinculada a nuestra también extraordinaria moralidad, mezcla de naturaleza y cultura. También vimos que esa misma capacidad de colaborar con aquellos que comparten nuestra visión de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto tiene una cara oscura: nos condena al conflicto con aquellos que no la comparten, llegando al punto de cegarnos.
La metáfora central que utilizamos para entender cómo funciona la mente de los justos—la nuestra—es la del elefante y jinete, que viene a decir que los juicios morales tienen más de intuición o emoción inconsciente (el elefante) que de razonamiento consciente (el jinete). Por ello, las discusiones sobre moral son tremendamente frustrantes si, como solemos hacer, las abordamos de jinete a jinete. Si queremos tener alguna posibilidad de convencer a alguien sobre una cuestión moral, debemos primero encantar a su elefante, al más puro estilo Dale Carnegie.
En la edición de hoy nos centraremos en explicar que nuestro paladar moral es capaz de distinguir muchos sabores más que justo/injusto. Hablaremos de esta paleta de sabores, sus orígenes evolutivos y sus consecuencias en el mundo actual al hablar de cuestiones políticas.
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La Mente de los Justos (2)
Moralidad es mucho más que justo e injusto
Todo ser humano nace con unas papilas gustativas que le permiten percibir cinco sabores diferentes (dulce, ácido, salado, amargo y umami), pero a cada uno de nosotros nos gustan cosas diferentes. Eso es debido a una combinación de preferencias individuales y, sobre todo, por influencia de la cultura en la que nos criamos, que nos hace desarrollar el gusto por un tipo de cocina determinado.
Para Jonathan Haidt algo similar ocurre en el ámbito de la moral. La mente de los justos es como una lengua a la que la naturaleza ha dotado de cinco receptores del gusto y a la que a posteriori se le enseña por medio de la cultura a apreciar un tipo de cocina determinado. Las cocinas (morales)—influidas por accidentes medioambientales e históricos como todas las construcciones culturales—varían, pero todas deben complacer a lenguas que están equipadas con los mismos cinco receptores (morales). No son tan flexibles para que todo valga.
Haidt habla de las diferentes cocinas morales desde un punto de vista descriptivo, dejando de lado la cuestión de si alguna de ellas es realmente buena, verdadera o justificable. Como buen intuicionista, cree que es un error incluso plantearse esa pregunta tan emocionalmente poderosa hasta que hayamos calmado a nuestros elefantes y comprendido qué es lo que esas moralidades intentan lograr. De otra forma, a nuestros jinetes les sería muy fácil construir un caso en contra de cualquier moralidad, partido político o religión que no les gustase.
Teoría de los fundamentos morales
«La cultura y la psique se crean la una a la otra.»
La moral es percepción y por tanto la ciencia moral debería comenzar con un estudio cuidadoso de los receptores del gusto moral.
Durante mucho tiempo, la opinión predominante entre los antropólogos había sido que la evolución llevó a nuestra especie a convertirse en criaturas bípedas de grandes cerebros capaces de usar herramientas, pero una vez que desarrollamos la capacidad para la cultura, la evolución biológica se detuvo, o al menos pasó a ser irrelevante. La cultura es tan poderosa que puede hacer que los humanos se comporten de maneras que anulan cualquier instinto ancestral que compartamos con otros primates.
Haid estaba convencido de que la visión que prevalecía en la antropología era errónea y que nunca sería posible entender la moralidad sin evolución.
En el cerebro de los animales existen pequeños circuitos llamados módulos encargados de detectar ciertos patrones a los que se llama detonadores. Cuando detectan ese patrón, envían una señal que (pasado el tiempo) cambia el comportamiento del animal de una manera que es (generalmente) adaptativa. En otras palabras, aquellos animales que poseen dicho módulo se comportan de una forma que los hace capaces de transmitir sus genes a las generaciones siguientes mientras que los que no lo tienen no.
Es importante distinguir entre los detonadores originales de un módulo y sus detonadores actuales. Los detonadores originales son el conjunto de objetos para los cuales se diseñó el módulo (e.g. las serpientes). Los detonadores actuales son todas las cosas en el mundo que en efecto detonan el módulo, ya sea de forma acertada (las serpientes de verdad) o errónea (todo lo que nos parece una serpiente pero que realmente no lo es). Los módulos cometen errores que son a menudo explotados por otros animales.
La variación cultural en la moralidad se puede explicar en parte al observar que las culturas tienen la capacidad de reducir o expandir los detonadores actuales de cualquier módulo. Por ejemplo, en los últimos cincuenta años, en muchas sociedades occidentales la gente ha llegado a sentir compasión en respuesta a muchos más tipos de sufrimiento animal, y desagrado en respuesta a muchos menos tipos de actividad sexual. Los detonadores actuales pueden cambiar en una sola generación, aunque llevaría muchas generaciones que la evolución genética alterase el diseño del módulo y sus detonantes originales.
Dentro de una determinada cultura, muchas controversias morales implican formas diferentes de vincular un comportamiento a varios módulos morales que compiten entre sí. ¿Debería permitirse a los padres y maestros azotar a los niños cuando desobedecen? En el lado izquierdo del espectro político, los cachetazos suelen disparar juicios relacionados con la crueldad y la opresión. En el derecho, a veces está vinculado a juicios sobre la correcta aplicación de las reglas, en particular las reglas que implican respeto a los padres y maestros.
Haidt intentó identificar los mejores candidatos para ser los módulos cognitivos universales (los receptores del gusto) sobre los cuales las culturas construyen matrices morales. Para ello, identificaron los desafíos adaptativos de la vida social y los relacionaron con las virtudes morales que se encuentran de alguna forma en muchas culturas. Si nuestros antepasados enfrentaron estos desafíos durante cientos de miles de años, entonces la selección natural debe de haber favorecido a aquellos cuyos módulos cognitivos les ayudaron a hacer las cosas bien, de manera rápida y sin esfuerzo (el elefante), sobre aquellos que recurrieron a su inteligencia general (el jinete) para resolver problemas recurrentes.
Cinco de estos desafíos destacaron claramente: cuidar a los niños vulnerables, asociarnos con personas con las que no estamos emparentadas para obtener beneficios producto de la reciprocidad, formar coaliciones para competir con otras coaliciones, negociar jerarquías de estatus y mantenernos a nosotros mismos y a nuestros parientes libres de parásitos y patógenos, los cuales se propagan rápidamente cuando las personas viven muy cerca unas de otras.
Los cinco receptores del gusto moral asociados a dichos desafíos los llamó fundamentos morales y son: el cuidado, la equidad, la lealtad, la autoridad y la santidad.
En la siguiente tabla puedes encontrar la vinculación entre fundamento moral, desafío evolutivo, detonantes originales y actuales, emociones y virtudes que les asociamos.
El fundamento del Cuidado/Daño evolucionó en respuesta al desafío adaptativo de cuidar a niños vulnerables. Nos hace sensibles a los signos de sufrimiento y necesidad. Nos hace despreciar la crueldad y querer cuidar a aquellos que sufren.
El fundamento de la Equidad/Engaño evolucionó en respuesta al desafío adaptativo de cosechar las recompensas de la cooperación sin ser explotado. Nos hace sensibles a los signos de que otra persona sea probablemente un buen (o mal) socio para la colaboración y el altruismo recíproco. Nos hace querer rechazar o castigar a los tramposos.
El fundamento de la Lealtad/Traición evolucionó en respuesta al desafío adaptativo de formar y mantener coaliciones. Nos hace sensibles a las señales de que otra persona es (o no) un buen jugador de equipo. Nos hace confiar y recompensar a esas personas, y nos hace querer herir, aislar o incluso matar a quienes nos traicionan a nosotros o a nuestro grupo.
El fundamento de la Autoridad/Subversión evolucionó en respuesta al desafío adaptativo de establecer relaciones que nos beneficiaran dentro de las jerarquías sociales. Nos hace sensibles a los signos de rango o estatus, y a las señales de que otras personas se están comportando adecuadamente (o no), de acuerdo a su posición.
El fundamento de la Santidad/Degradación evolucionó inicialmente en respuesta al desafío adaptativo del dilema del omnívoro (el poder comer cualquier cosa aumenta mis probabilidades de sobrevivir por tener más calorías disponibles pero también el riesgo de comer algo perjudicial), y después al desafío más amplio de vivir en un mundo de patógenos y parásitos. Incluye el sistema inmunológico asociado al comportamiento, que se extiende a una amplia gama de objetos simbólicos y de amenazas. Permite a las personas conferir a objetos valores irracionales y extremos, tanto positivos como negativos, que son importantes para mantener a los grupos unidos.
Fundamentos morales de la política
Los partidos políticos y los grupos de interés se esfuerzan por hacer que sus preocupaciones se conviertan en detonantes de tus módulos morales. Para obtener tu voto, tu dinero o tu tiempo, deben activar al menos uno de tus fundamentos morales.
Haidt descubrió en sus que investigaciones que, mientras que la izquierda cocina para complacer únicamente dos de los receptores del gusto moral que acabamos de ver (cuidado y equidad), la derecha cocina para complacer a cinco (cuidado, equidad, lealtad, autoridad y santidad). ¡Calmad a vuestros elefantes, estamos simplemente describiendo, no diciendo que algo sea mejor o peor!
Como puedes ver en la gráfica anterior, las líneas de cuidado y equidad (las dos líneas superiores) son moderadamente altas en toda la gráfica. Todos, izquierda, derecha y centro, dicen que las consideraciones sobre compasión y crueldad, o equidad y la justicia, son relevantes para sus juicios sobre el bien y el mal. Pero las líneas se inclinan hacia abajo, lo que significa que la izquierda consideran que estos temas son un poco más relevantes para la moral que los conservadores. Sin embargo, cuando observamos los fundamentos de lealtad, autoridad y santidad, la historia es bastante diferente. Los liberales rechazan en gran medida estas consideraciones y se evidencia una brecha tan grande entre estos fundamentos frente a los fundamentos del cuidado y la equidad que podríamos decir, en pocas palabras, que los liberales tienen una moralidad de dos fundamentos. A medida que avanzamos hacia la derecha, las líneas se inclinan hacia arriba, y en el punto en el que llegamos a las personas que son muy conservadoras, las cinco líneas han convergido. Podemos decir, también sin profundizar demasiado, que los conservadores tienen una moral de cinco fundamentos.
Estas dos matrices morales provienen a su vez de dos formas de ver la sociedad.
Para los liberales de izquierda, la visión es muy próxima a la de John Stuart Mill:
Primero, imagina a la sociedad como un contrato social inventado para nuestro beneficio mutuo. Todos los individuos son iguales, y todos deben ser lo más libres posible para moverse, desarrollar talentos y formar relaciones como les plazca. El santo patrón de una sociedad contractual es John Stuart Mill, quien escribió que «El único propósito por el cual el poder puede ejercerse legítimamente sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada, contra su voluntad, es para prevenir un daño a los demás». La visión de Mill apela a muchos liberales y libertarios; una sociedad como la descrita por Mill sería, en su mejor expresión, un lugar pacífico, abierto y creativo donde individuos diversos respetasen los derechos de los demás y se uniesen voluntariamente (como en los llamamientos de Obama a la «unidad») para ayudar a los necesitados o para cambiar las leyes para lograr el bien común.
Para los conservadores de derecha, la visión de la sociedad es más la de Emile Durkheim:
Ahora imagina a la sociedad no como un acuerdo entre individuos sino como algo que surgió orgánicamente a lo largo del tiempo a medida que las personas encontraban formas de convivencia, se vinculaban mutuamente, reprimían el egoísmo de los demás y castigaban a los descarrilados y a los rebeldes que eternamente amenazan con socavar la cooperativa grupal. La unidad social básica no es el individuo, es la familia estructurada de manera jerárquica, y ésta sirve de modelo para otras instituciones. Los individuos en tales sociedades nacen dentro de relaciones fuertes y condicionantes que limitan profundamente su autonomía. El santo patrón de este sistema moral es el sociólogo Emile Durkheim, quien advirtió sobre los peligros de la anomia (la ausencia de normas) y que escribió, en 1897, que «el hombre no puede apegarse a objetivos superiores y someterse a las reglas si no hay nada superior que ofrezca sentido de pertenencia. Liberarlo de toda presión social es abandonarlo y desmoralizarlo». Una sociedad como la descrita por Durkheim sería, en su mejor expresión, una red estable compuesta por muchos grupos acoplados y solapados que socializan, reforman y cuidan a las personas que, si se las dejase a su suerte, perseguirían placeres superficiales, carnales y egoístas. Una sociedad como la de Durkheim valoraría el autocontrol sobre la expresión personal, los deberes sobre los derechos, y la lealtad a los grupos propios sobre las preocupaciones por los exogrupos.
La teoría de los fundamentos morales ahora puede explicar por qué algunos pueblos rurales y/o de clase trabajadora votan a los partidos de derecha cuando son los partidos de izquierda quienes en teoría quieren redistribuir el dinero de manera más equitativa. La izquierda suele decir que la derecha ha engañado a estas personas para que voten en contra de sus propios intereses económicos. Pero desde la perspectiva de la teoría de los fundamentos morales, los votantes rurales y de clase trabajadora en realidad votaron a favor de sus intereses morales. No quieren comer en el restaurante El Sabor Verdadero, y no quieren que su país se consagre principalmente al cuidado de las víctimas y la búsqueda de la justicia social.
La izquierda desprecia el conservadurismo como una patología. La derecha acusa a la izquierda de traición, subversión y sacrilegio. Ambos se equivocan.
Todos deberíamos entender que hay personas que conciben la moral de forma diferente, que todas estas formas son perfectamente razonables y válidas y que la única forma de unirnos en pos de un objetivo común es no creernos en posesión de la verdad y, sobre todo, no pisotear las sensibilidades “del otro”.
Gracias por leer Suma Positiva.
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tampoco estoy de acuerdo con la consideración de" comunismo " como se considera en la tabla, como un "tabú": el comunismo es la realidad palpable en España, Venezuela, Cuba, China, Rusia.... y la peor amenaza actual de la humanidad, tras creer que había perdido la guerra Fría en la caída del muro de Berlín!
No estoy de acuerdo: alguno de los dos " bandos" tiene que acercarse más a lo justo, moral y apropiado para la humanidad, y no es la izquierda actual ni " el marxismo cultural" que domina y esclaviza al mundo!!!