Hola, soy @samuelgil, Partner en JME Ventures.
Bienvenido a mi newsletter semanal, un lugar donde nos reunimos aquellos que creemos que la tecnología transforma juegos de suma cero en juegos de Suma Positiva.
Hoy tengo la suerte de contar con Miquel Artero como firma invitada a Suma Positiva.
El propósito de esta colaboración es pararnos por unos momentos a reflexionar sobre la felicidad y cómo nuestro trabajo impacta en ella.
Como veréis Miquel tiene un punto de vista muy interesante. Su trayectoria e intereses le han llevado a pensar y escribir sobre el futuro del trabajo, mezclando tendencias tan nuevas como el trabajo en remoto o el nomadismo digital con otras tan antiguas como la historia de la humanidad o la filosofía oriental.
Miquel empezó su carrera como consultor de negocios antes de dar el salto al sector digital para liderar varias startups en Latinoamérica y España. Ahora mismo vive en Isla Mauricio y es Head of Remote Culture & People Experience en el African Leadership Group, institución dedicada a transformar África mediante el desarrollo de jóvenes líderes.
A parte de su trabajo de día, Miquel ha creado recientemente Quared, una comunidad enfocada a mejorar los lugares de trabajo ayudando a las compañías a maximizar el éxito de sus empleados. Por si fuera poco, está también a punto de lanzar Vitae, una newsletter dedicada a inspirar a las personas en fase de construcción de sus vidas a retar al statu quo y diseñar vidas auténticas, optimizando en base a felicidad y tiempo.
Espero que os resulte tan interesante como a mi.
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Regreso al futuro (del trabajo)
por Miquel Artero
Coser y cazar
¿En qué momento el trabajo se emancipó del resto de nuestra vida? ¿Qué pasó para que una parte tan importante de nuestros días se disociara del resto y de nosotros mismos?
Hace un par de millones de años los Homo Habilis dividían sus días en dos, un tercio lo pasaban durmiendo y los otros dos estaban despiertos y vivían plenamente conscientes y presentes en el momento. Ahora, sin embargo, dividimos nuestros días en tres partes. Seguimos durmiendo en una, hasta ahí todo bien, pero nos pasamos una de las mitades de nuestro tiempo consciente mirando el reloj. La vida, pues, es eso que sucede entre las seis de la tarde (nueve si eres consultor) y medianoche.
Me pregunto cuándo y cómo se nos empezó a “acortar” la vida. ¿Ha existido siempre la separación entre trabajo y el resto del tiempo? ¿En las cuevas ya se hablaba de work-life balance?
Quiero pensar que cuando los Homo Habilis campaban a sus anchas por Tanzania, el trabajo estaba integrado en sus vidas de manera natural. Es más, es muy probable que el trabajo les hiciera sentirse útiles en su comunidad y supusiera una fuente de emoción y de significado. Quizás la mayor. Seguro que no todo era coser y cazar -guiño-, pero el enfoque era diferente.
Tengo varias razones para amparar mi visión. En primer lugar, se trabajaban menos horas cada día, eso lo aprendí en Sapiens con Yuval. Además, tenían objetivos “laborales” cambiantes en entornos cambiantes y su contribución a la comunidad, impacto en customers, era bastante obvio. Un día te cazo un mamut y al siguiente voy a por frambuesas, pero siempre veo como mi aportación contribuye a que mi tribu se alimente y sobreviva. Buen deal y todo muy purpose-driven. Además, a cambio recibo protección y compañía, algo menos transaccional que el dinero.
Todo bien hasta ahí, pero, entonces, ¿cuándo empieza el trabajo a ser algo “anti-natural”, que parece no integrarse muy bien con el resto de nuestra vida?
Pues quizás fue cuando la vida misma se volvió algo “anti-natural”.
El trigo nos “domesticó”
La Revolución Agrícola lo hizo cambiar casi todo. El trigo nos “domesticó”. Dejamos de ser nómadas para vivir una vida sedentaria, más estable y predecible, todo a cambio de aumentar nuestras opciones de supervivencia. El eterno dilema entre emoción y seguridad que nos quita el sueño como especie desde hace tanto. Por cierto, otro día hablamos del amor, ¿me pregunto por qué nuestros genes nos harán eso? Volviendo al tema del trabajo; apareció la rutina, la repetición, el trabajo de sol a sol y los objetivos soporíferos.
Al menos el impacto en nuestra comunidad seguía siendo claro y vivíamos hacia fuera, en conexión con la naturaleza. Además, más adelante, algunos con suerte incluso se convertirían en comerciantes o exploradores y descubrirían mundo. De ahí nacería el Venture Capital con Isabel y Fernando.
Pero para bien o para mal no nos quedamos ahí.
Con nuestra ambición y ego por bandera tocaba seguir avanzando como especie y por esas llegó la Revolución Industrial, la máquina de vapor y la cadena de montaje. Desde Watt a Drucker, pasando por Taylor y Ford. Todos contribuyeron al sistema de producción y gestión que sigue de alguna manera con vida hasta el día de hoy.
Un mal necesario.
Digo “mal” porque significó que además de sedentarios, ahora íbamos a vivir como sardinas en unos lugares grises llamados ciudades. Tan grises como la Birmingham de Peaky Blinders de finales del diecinueve. También significó más rutina, más control, más distancia respecto al impacto que generábamos en nuestra comunidad y, además, nuestros objetivos como trabajadores eran más grises que la propia ciudad. Todo sin color y sin ver la luz del sol, à la Tiempos Modernos de Chaplin.
Digo “necesario” porque fueron unos cambios imprescindibles para evolucionar como sociedad, para que productos como el automóvil fueran asequibles por parte de todos y para llegar donde estamos hoy. Sin embargo, la separación del trabajo respecto a nuestras vidas y la “anti-naturalidad” de nuestros días había, casi, tocado fondo. Digo casi porque, aburridos, cubrimos el espacio hasta la siguiente era con unas cuantas guerras que nos hicieron ya del todo miserables.
Plot twist
Ahora que ya os tenía mirando al vacío desde lo más alto del Golden Gate, os traigo la esperanza desde un valle enclavado a unas cuantas millas del propio puente. ¡Plot twist! Llegó la era digital y de la información de la mano del microchip y de internet. Nuestras vidas volvieron a cambiar, esta vez a la velocidad de la luz, y en general para bien. Ya se que postal > llamada > messenger > sms > whatsapp > tik tok; pero de eso también hablamos otro día.
Hemos cambiado nuestra manera de comunicarnos, de conectar y de colaborar. Y sobretodo, hemos cambiado nuestra manera de crear. Hoy en día, crear contenido está al alcance de todos e incluso lanzar una startup es algo normal. Permissionless leverage que diría Naval. Podemos crear de manera autónoma, sin depender de nadie. Además, podemos hacerlo desde un café de Canggu en el corazón de Bali. En consecuencia, en un entorno hiperconectado y en constante evolución, la creatividad ha vuelto a ser más importante que la eficiencia, igual que hace un par de millones de años, y eso lo cambia absolutamente todo.
Kit Kat neurológico
Antes de seguir y ahora que ya sabemos que a día de hoy, por lo general, creatividad gana a eficiencia, hagamos un pequeño “Kit Kat” neurológico. Los seres humanos podemos funcionar mediante dos sistemas operativos, el de defensa (SOD) y el de exploración (SOE). El SOD está basado en el miedo, gestionado por la amígdala y dedicado a no morir. Por ejemplo, un pez lo usa para que no se lo coma un pez más grande. Por otro lado, el SOE está basado en la curiosidad y el aprendizaje, gestionado por el córtex prefrontal y dedicado a examinar el mundo y aprender de nuevos entornos. Por ejemplo, un pez lo usa para encontrar nuevas fuentes de alimentación.
Dos matices. Por un lado, ambos sistemas son incompatibles, cuando uno está en marcha el otro no lo puede estar. Y por el otro, SOD “salta” mucho más rápido ya que las consecuencias de que se te coma otro pez son más severas que las de no encontrar plancton. Dichosos genes y su obsesión por prevalecer.
Este “Kit Kat” es necesario para entender que durante la Revolución Industrial adoptamos modelos de fabricación y gestión diseñados para la eficiencia que funcionaban activando el SOD en los empleados. Necesito que des veinte vueltas a la tuerca cada minuto para producir cinco automóviles la hora, si no lo haces estás despedido. Miedo. Sin embargo, en nuestro mundo actual, lo importante para cualquier organización es lograr adaptarse al entorno, y de paso, hacerlo más rápido que los competidores. La clave yace ahora en la creatividad y toca activar el SOE, devolviendo la libertad y el poder para crear a las personas.
Peces de ciudad
Un pequeño inconveniente. Como cuentan en The Sovereign Individual, históricamente ha habido resistencia al cambio cuando hemos entrado en nuevas eras. Es algo normal. Los seres humanos llevamos miles de años de vida sedentaria y estable desde que nos “domesticó” el trigo y cientos desde que nos fuimos a vivir a las ciudades. Nos hemos vuelto peces de ciudad como diría Sabina, y el cristal de nuestros acuarios son las ventanas de la oficina. Además, los ejecutivos y managers, en general, han bebido desde siempre de los antiguos sistemas de gestión en los que se controla por inputs para optimizar eficiencia,
¿Cuántas llamadas al día hacen los Sales Reps? y cubren sus inseguridades vía micromanagement y control. Si mi equipo no está sentado a mi lado y trabaja de nueve a cinco, ¿cómo vamos a llegar a nuestros objetivos?
Miedo en los empleados y miedo en los líderes.
Hemos aprendido que entrar por las puertas de la oficina significa perder nuestra autonomía y nuestra libertad. Hemos aprendido que no podemos lograr nuestras metas sin control y autoridad. Asociamos trabajo con pérdida de poder, y es normal porque el proceso ha sido el mismo que siguió Pavlov.
Age of Empires
Lo positivo es que, por fin, tenemos las herramientas para devolverle parte de la naturalidad al trabajo y a nuestras vidas. ¡Es un momento histórico! Pero, nos toca desaprender mucho. Nos toca salir del acuario, metafóricamente o incluso de verdad vía remote. Y nos toca regresar al pasado, o más bien al futuro.
Ahora podemos lentamente volver a conectar con la naturaleza, y en lo puramente laboral, por primera vez, podemos adoptar un enfoque con menos cantidad y más calidad, menos eficiencia y más creación, menos repetición y más emoción, menos inputs y más resultados, menos control y más poder, menos miedo y más dopamina. Por cierto, antes me he olvidado decir que activar el SOE y empezar a explorar y crear libera dopamina, y la dopamina hace que podamos hacer algo durante horas sin darnos cuenta, perdiendo la noción del tiempo. Es algo científico y es lo que sucede cuando, por ejemplo, jugamos al Age of Empires. Quizás el propósito en la vida sea experimentar la vida. Quizás hemos venido a jugar.
Puede parecer que el cambio de todo un sistema no está en nuestras manos, que nosotros no somos el siguiente Ford o Drucker, pero quizás podemos hacer más de lo que pensamos. Como diría el fundador de Patagonia, Yvon Chouinard, los gobiernos están dirigidos por los empresarios y los empresarios por los consumidores. Cada pequeña acción cuenta. Algo similar sucede en el mundo laboral, depende de todos nosotros cambiar el sistema con nuestras pequeñas acciones y decisiones como trabajadores y como líderes de equipo en el día a día. Nuestros antepasados sudaron para que estemos donde estamos hoy. Somos muy afortunados. Hagamos que todo el esfuerzo haya valido la pena y volvamos a integrar el trabajo en nuestra vidas. Borremos la disociación y alarguemos la vida.
Regresemos al futuro.
Miquel Artero es Head of Remote Culture & People Experience en el African Leadership Group
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