Hola, soy @samuelgil, Partner en JME Ventures.
Bienvenido a mi newsletter semanal, un lugar donde nos reunimos aquellos que creemos que la tecnología transforma juegos de suma cero en juegos de Suma Positiva.
A raíz del post sobre NFTs de hace un par de semanas, he participado en numerosas conversaciones en Twitter en las se opinaba que los precios que se están pagando por muchos de estos activos no parecen tener sentido. En otras palabras, que podríamos estar ante una burbuja. El argumento esgrimido por mi parte en todas esas discusiones es que la formación de esas burbujas no es nada nuevo ni especial, sino algo común y esperable.
En algunos casos, la formación de burbujas forma parte de un ciclo más amplio que se produce con cada revolución tecnológica, algo que ha sido estudiado y descrito como nadie por la economista de origen venezolano Carlota Pérez, cuyo trabajo querría acercaros hoy. El marco conceptual propuesto es muy importante, no sólo por sus implicaciones económicas, sino también, como veremos, por las políticas y sociales.
Con esto no quiero venir a decir que los NFTs constituyan una revolución tecnológica del calado de las que vamos a analizar. Lo que quiero decir es que, debido a la naturaleza fractal de los sistemas complejos, todo lo que ocurre a gran escala ocurre de forma similar a escala menor o, visto de otra forma, que lo que ocurre a gran escala no es otra cosa que la versión amplificada de todo aquello que está ocurriendo a escala menor.
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Tecnología y burbujas
Carlota Pérez afirma que, en los últimos 250 años, ha habido cinco grandes revoluciones tecnológicas, que han tenido una influencia importantísima, no sólo en cómo trabajamos o vivimos, sino también, como consecuencia de lo anterior, en el paradigma social y político resultante.
La revoluciones identificadas por la autora son:
La revolución industrial, que se inició en Inglaterra en 1771
La era del vapor y los ferrocarriles, que se inició también en Inglaterra en 1829
La era del acero, la electricidad y la ingeniería pesada, iniciada en EEUU en 1875
La era del petróleo, el coche y la producción en masa, iniciada en EEUU en 1908
La era de la informática y las telecomunicaciones, iniciada en EEUU en 1971
Estos ciclos muestran similitudes inquietantes. Además de haberse iniciado aproximadamente cada 50 años, cada uno de ellos se ha caracterizado por:
el abaratamiento dramático y repentino de algún factor productivo (materia prima, fuente de energía) crítico
la construcción de una nueva infraestructura
un periodo de enorme innovación dominado por una mentalidad laissez faire que termina en una burbuja
una recesión post-burbuja, que lleva a
una reforma institucional en las esferas social y política y, por último,
un período de consolidación y amplia difusión de las ganancias en productividad derivadas del uso de la nueva tecnología
Según la autora, esta regularidad histórica no es fruto de la casualidad, sino que se debe a mecanismos causales propios de la naturaleza del capitalismo:
Los cambios tecnológicos se agrupan en constelaciones de innovaciones radicales que modernizan toda la estructura productiva
La separación entre el capital financiero y el capital productivo
La inercia y resistencia al cambio del marco socio-institucional, en comparación con la esfera tecno-económica, sometida a las presiones del mercado
Como se suele decir, la historia no se repite, pero sí rima.
El ciclo y sus fases
Cada revolución se divide en cinco etapas (irrupción, frenesí, burbuja, sinergia, madurez), que se pueden agrupar en dos grandes fases (instalación y despliegue) de unos 20-30 años de duración.
Durante la fase de instalación, la nueva tecnología entra en el mercado y se construye infraestructura (canales para los barcos de vapor, vías para los ferrocarriles, líneas de montaje y carreteras para los automóviles, servidores y redes de telecomunicaciones para Internet).
Posteriormente, durante la fase de despliegue, la tecnología es ampliamente adoptada por la sociedad (el desarrollo del Oeste de los EE.UU. en la era del ferrocarril, la creación de suburbios, centros comerciales y restaurantes de comida rápida en la era del automóvil, y la adopción de iPhones, Facebook y Uber en la era de Internet).
El punto de inflexión entre las dos fases casi siempre está marcado por el estallido de la burbuja, una crisis y una recuperación.
Saber en qué fase del ciclo estamos es importante a la hora de tomar decisiones importantes tanto a nivel empresarial como inversor.
Veamos en más detalle cada una de ellas.
0. Condiciones previas
Para que la revolución tecnológica de los ferrocarriles se desencadenase, necesitó la concurrencia de una serie de tecnologías, que no fueron inventadas ni comercializadas al mismo tiempo, pero que, cuando se encontraron e interconectaron, posibilitaron la aparición de los ferrocarriles.
Algunas de estas innovaciones son lo que tradicionalmente consideramos como tecnología: la máquina de vapor de alta presión, la mecanización de piezas de alta precisión o ciertas mejoras en metalurgia para la construcción de las vías. Sin embargo, esta revolución requirió también de otras innovaciones que no consideraríamos tradicionalmente tecnológicas, como las sociedades de responsabilidad limitada o los mercados de valores, que hicieron posible que se concentrasen las enormes sumas de capital necesarias para construir la infraestructura ferroviaria.
El ferrocarril se inventó para resolver un problema concreto: mover carbón de las minas a los muelles, desde donde se podía cargar en barcos. Pero el ferrocarril abordó realmente una necesidad más amplia y básica: mover cosas de forma rápida y económica. Hizo más que mover carbón de la mina al barco; movió mercancías, correo y gente de ciudad en ciudad, y esas personas empezaron a vivir lejos de sus lugares de origen en masa por primera vez. Estos usos permitieron que muchas otras industrias florecieran. Ésta es la diferencia entre una revolución tecnológica y un mero nuevo sistemas tecnológicos: una revolución tecnológica cambia toda la economía.
1. Irrupción
Cuando el nuevo sistema tecnológico empieza a prometer oportunidades comerciales, entramos en la fase de irrupción del ciclo.
En este punto, la lógica económica del nuevo sistema empieza a ser evidente y nace la promesa de un nuevo paradigma tecno-económico. Este nuevo paradigma muestra una forma de utilizar la nueva tecnología para hacer que las empresas sean más eficientes y rentables y, por tanto, más competitivas que las empresas existentes. Pero las empresas existentes tienen un paradigma tecno-económico propio, el asociado a la revolución tecnológica anterior, y han invertido mucho en la antigua forma de hacer negocios. Por lo tanto, la adopción de las nuevas tecnologías es lenta al principio y los incumbentes se resisten.
Pero, a medida que los emprendedores y los primeros usuarios se dan cuenta del potencial del nuevo paradigma, los inversores financieros comienzan a mostrar interés. Los financieros piensan que, si el nuevo paradigma realmente puede ayudar a crear empresas mucho más eficientes, se producirá una disrupción masiva y deberían poder ganar dinero invirtiendo en las empresas que producen las nuevas tecnologías. El dinero comienza a fluir hacia el sector.
Algunas empresas y puestos de trabajo vinculados al antiguo paradigma desaparecen.
2. Frenesí y formación de burbuja
La nueva tecnología es tremendamente ilusionante y las oportunidades de mercado son tan grandes como desconocidas. La inversión especulativa, con expectativas ambiciosas e inexactas de retornos, es un combustible importante para unos emprendedores que construyen un futuro desconocido. A medida que la escala de la nueva oportunidad se vuelve más evidente con cada inversión exitosa (muchas veces por retornos meramente “en papel”), la inversión en el sector crece exponencialmente. Es la fase de frenesí del ciclo.
Al mismo tiempo, los incumbentes comienzan a reaccionar a las nuevas tecnologías tanto operativa como estratégicamente. Desde el punto de vista operativo, comienzan a adoptar las nuevas tecnologías, aunque esta adopción suele ser poco sistemática y antieconómica. Da igual, estas empresas no quieren quedarse atrás. Estratégicamente, intentan reaccionar ante las nuevas empresas y la amenaza de disrupción tratando de adoptar algunas de las tácticas que está utilizando el capital financiero, pero apartándolo del núcleo de su negocio.
La brecha de desigualdad aumenta notablemente.
3. Pinchazo de la burbuja, crisis y transición
El capitalismo de casino de la fase del frenesí lleva a la sobreinversión y a la formación de una burbuja financiera. Cuando ésta estalla—algo que inevitablemente ocurre con toda burbuja—se desencadena una recesión. Si bien todo el mundo sufre en una recesión, el enfado de los que han visto como otros se forraban en la burbuja mientras ellos se quedaban en la calle es monumental.
Durante el frenesí, las instituciones no pudieron reformarse de manera efectiva porque casi nunca hay consenso suficiente para arreglar algo que no está roto. Pero durante la recesión hay una reevaluación de lo que acaba de suceder. Se establecen nuevas reglas y normas para frenar los peores excesos de la burbuja reciente.
Los financieros sufren una cura de humildad y el miedo de que una nueva burbuja se esté formando en cualquier momento se apodera de ellos, algo que a muchos les perseguirá por el resto de sus carreras.
El espíritu de la época pasa de ser de “destrucción creativa” a “construcción creativa”. El capital financiero se retira y el capital productivo toma el relevo de la financiación de la innovación.
Nota: capital financiero vs. capital productivo
“Los analistas financieros creen que las compañías fabrican dinero. Las compañías fabrican zapatos.” — Peter Drucker
El capital financiero invierten en innovación porque creen que puede ofrecer retornos atractivos. Está controlado por financieros, agentes que son externos a los medios de producción (las empresas). Tiene “mentalidad de casino” en el sentido de que perder nueve apuestas está perfectamente bien si la décima devuelve 12 veces el capital invertido.
El capital productivo invierte en innovación para añadir o mejorar la productividad de sus recursos productivos. Está controlado por el management de las compañías. Tiene “mentalidad de planificación” en el sentido de que considera que una inversión fallida es un fallo de gestión, casi un fallo moral.
4. Sinergia
Cuando el capital financiero retrocede, tanto por la disminución de las oportunidades debido a la nueva regulación como por el conservadurismo que enseña el miedo, el capital productivo toma el relevo.
El capital productivo no busca crear mercados completamente nuevos y provocar una disrupción a los incumbentes (ellos son los incumbentes), sino que busca mejorar los medios de producción a través de la innovación. Es la época de los oligopolios.
El capital productivo financia la innovación más predecible, la incremental, no la exploratoria más arriesgada. Este período, cuando el capital de producción comienza a tomar el control, es un periodo de sinergia, con menos volatilidad tecnológica, menos fracasos empresariales, más empleo (en cantidad y duración) y menos desigualdad de ingresos. Como contrapartida, también es el antecedente a una disminución del dinamismo empresarial.
5. Madurez
Debido a que el capital productivo no busca innovaciones radicales—aquellas que permiten que otras innovaciones se construyan sobre ellas—el espacio de oportunidad de la revolución tecnológica comienza a agotarse. Se entra en una fase de estancamiento. A medida que los retornos de la inversión en grandes empresas se reducen, los financieros comienzan a buscar algo nuevo. Cuando encuentren un nuevo sistema tecnológico y un nuevo paradigma tecno-económico que prometan una nueva revolución tecnológica, comenzarán a mover su dinero allí, lo que dará inicio al siguiente ciclo.
Otras diferencias entre instalación y despliegue
Como acabamos de ver, existen diferencias muy marcadas entre el periodo de instalación (el previo al colapso de la burbuja) y el de despliegue.
Otras diferencias notables:
Durante la fase de instalación, la mayor parte de la inversión va destinada a la construcción de la infraestructura que la revolución tecnológica requiere. La burbuja provoca que ésta se construya exceso, lo que provoca que la fase de despliegue se inicie con un exceso de capacidad que se traduce una presión a la baja de los costes de uso, lo cual facilita difusión de la tecnología por toda la economía. Todo esto sucedió con canales, ferrocarriles, autopistas o, con la red de telecomunicaciones más recientemente. Es la cara positiva a nivel sociedad de las burbujas.
Durante la fase de instalación la tecnología tiene que ser “empujada” hacia el mercado. Los clientes aún no entienden sus beneficios y hay que vendérselos. En la fase de despliegue, los clientes “tiran” de la tecnología. Entienden incluso mejor que las empresas lo que la nueva tecnología puede ofrecer y se lo demandan a éstas.
El capital que financia la innovación es equity durante el periodo de instalación y deuda durante el periodo de despliegue.
La fase de instalación consiste en la creación de nuevos mercados mientras que la fase de despliegue consiste en la expansión de mercados existentes. Para poder expandir los mercados los productos se tienen que volver más baratos y fáciles de usar.
Durante el periodo de despliegue la tecnología se convierte en algo familiar, fácil de implementar y reparar. Las ventajas económicas que el conocimiento de la nueva tecnología reportaban durante la fase de instalación a una pequeña élite bien educada se extienden a toda la población, reduciendo la desigualdad económica.
El cambio social y político
Hasta ahora hemos hablado fundamentalmente de las esferas económicas y tecnológicas, pero, como decíamos al inicio, la esfera institucional juega también un rol clave en toda revolución tecnológica.
Como hemos visto, la tecnología cambia la forma en la que trabajamos y vivimos, desplazando en primer lugar la frontera de lo que es posible y posteriormente haciéndolo accesible a todo el mundo.
Sin embargo, este proceso de cambio es lento (a menudo, multigeneracional, lo cual lo hace aún más complicado) y no es un camino de rosas. Todo lo contrario, hay mucho sufrimiento—probablemente inevitable—por el camino.
Cuando una nueva tecnología revolucionaria irrumpe en el mercado genera desempleo (muchos trabajos quedan obsoletos) y desigualdad (aquellos que aprovechan las nuevas tecnologías en sus negocios e inversiones progresan enormemente mientras que aquellos que no lo hacen quedan rezagados). Eso se exacerba durante la fase de frenesí hasta el estallido de la burbuja y la entrada en el periodo de recesión. Entonces se muestra de forma palpable que las instituciones sociales y políticas existentes, que estaban adaptadas al anterior paradigma tecno-económico, ya no funcionan.
Carlota Pérez sostiene que, sin una acción política decidida tras el estallido de la burbuja, momento en el cual se da el caldo de cultivo necesario para la realización de reformas de calado, la sociedad en su conjunto no se beneficia del nuevo paradigma, lo cual es negativo tanto social como económicamente, aunque esto último pudiera resultar contraintuitivo a aquellos con una ideología más liberal. La visión de que el Estado sólo estorba a los agentes económicos es, según la autora, profundamente errónea y propia de la mentalidad laissez faire de las fases de instalación.
[Henry Ford, haciendo alarde de una forma de pensar propia de los mejores alquimistas, fue el primero en darse cuenta de que, para que sus coches pudiesen ser comprados por sus propios empleados (es decir, por cualquiera), debía bajar su precio y mejorar los salarios y reducir las jornadas laborales, medidas que a priori parecerían ir contra su propia rentabilidad.]
Lo que hoy conocemos como “estado del bienestar” (educación y sanidad públicas, prestaciones por desempleo, pensiones, etc.) es fruto de la acción política que se llevó a cabo durante las últimas fases del ciclo correspondiente a la revolución del automóvil y la producción en serie. Estas reformas no sólo tuvieron un impacto positivo en aquellos que necesitaron de estas ayudas para subsistir, sino que tuvieron un impacto positivo en el crecimiento económico, haciendo posible la difusión de las tecnologías comercializadas por las empresas punteras de la época. Así, el “colchón económico” otorgado por el Estado facilitó la concesión de hipotecas por la banca para que la clase media pudiera comprarse casas en el extrarradio, casas que había de dotar de electrodomésticos como frigoríficos, que a su vez había que llenar con productos empaquetados en plásticos, comprados en supermercados a los que había que desplazarse en coche, etc. etc. etc. El Estado no fue solo una aseguradora sino que fue también un catalizador necesario para el cambio.
Preguntas abiertas
Os dejo a continuación preguntas que yo también me hago para vuestra reflexión:
¿En qué fase de la revolución de las tecnologías de la información y las comunicaciones estamos? ¿Qué implicaciones tiene eso para el capital productivo y financiero?
El software ofrece muchos más grados de libertad a la hora de diseñar que el hardware y tiene la capacidad de modelar todos los procesos humanos. ¿Es por eso que esta revolución puede ser diferente al ser la primera en la que el software tiene un papel más importante que el hardware y ser la primera que se produce casi simultáneamente a escala global?
¿Tenemos unas instituciones propias de la era de la comunicación o responden aún al paradigma industrial? ¿Qué cambios tendremos que hacer a las instituciones actuales para que respondan al nuevo paradigma tecno-económico?
¿Qué tecnología desencadenará la siguiente revolución tecnológica? ¿Crypto? ¿Biotecnología? ¿Nanomateriales? ¿Otras?
Buena semana,
Samuel
Fuentes:
Revoluciones tecnológicas y capital financiero, Carlota Pérez
The Carlota Perez Framework, Fred Wilson
Debt is coming, Alex Danco
The Deployment Age, Jerry Neumann
Technological Trends, Financial Capital, and the Dynamics of Disruption, Chris Dixon y Fred Wilson
Gracias por leer Suma Positiva.
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Muy interesante Samuel, muchas gracias. Creo que estamos asistiendo a un cambio de paradigma económico, la incursión de las nuevas tecnologias, reducen drásticamente la necesidad de poseer activos, en ese sentido, el capital entendido como factor de producción ha dejado de ser un elemento clave, lo que facilita la innovación y el emprendimiento. El conocimiento compartido, la colaboración , la formación de ecosistemas empresariales, la economía colaborativa son palancas de desarrollo mucho más potentes que el conocimiento propietario. En este sentido esta revolución puede ser distinta de las anteriores. Tambíén en lo que se refiere al factor trabajo pero no me quiero extender. Gracias de nuevo y Saludos