En la edición de Suma Positiva de hoy quiero acercaros a Sam Harris, el filósofo y neurocientífico estadounidense que se ha convertido en poco tiempo en uno de mis pensadores de referencia.
En concreto, hablaremos sobre su visión del libre albedrío, un tema no menor sobre el que se asientan las bases de la moral humana y por ende de algunas de las instituciones más importantes de nuestra sociedad, tales como el sistema de justicia o la religión.
Harris nos alerta que descubrir la verdad—su verdad—sobre este asunto puede resultarnos en primera instancia desconcertante o incluso descorazonador. Sin embargo, entendida correctamente, su visión es en realidad reconfortante y liberadora.
No es su intención—ni por supuesto la mía—hacernos sentir mal, sino progresar en nuestro conocimiento de las causas del comportamiento humano. No hay mejor camino hacia una vida más satisfactoria que comprendernos mejor a nosotros mismos y a los que nos rodean.
Abrid la mente y abrochaos el cinturón que despegamos.
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Libre Albedrío
Dice la Wikipedia:
El libre albedrío es la creencia de aquellas doctrinas filosóficas según las cuales las personas tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones.
El principio del libre albedrío tiene implicaciones religiosas, éticas, psicológicas, jurídicas y científicas. Por ejemplo, la ética puede suponer que los individuos son responsables de sus propias acciones. En la psicología, implica que la mente controla algunas de las acciones del cuerpo, las cuales son conscientes.
La existencia del libre albedrío ha sido un tema central a lo largo de la historia de la filosofía y de la ciencia.
Cuando nos preguntamos si los seres humanos estamos dotados de libre albedrío lo que nos estamos preguntando en realidad es si somos libres.
Porque, si fuésemos libres, es decir, si fuésemos el único y verdadero origen de nuestros pensamientos y actos, seríamos responsables de ellos.
Lo que más condenamos en otros (moral y legalmente) es la intención consciente de hacer daño a otros.
Observad la diferencia:
Cuando alguien muere a causa de una catástrofe natural o atacado por un animal salvaje no sentimos la misma ira y sed de venganza que si lo hubiera hecho a manos de un criminal en serie que irrumpió una noche en su casa. ¿Qué otra cosa podría haber hecho el tornado o el oso grizzly en la mismas circunstancias? Sin embargo, siempre pensamos que el criminal tuvo otras alternativas y que deliberadamente no las eligió.
¿Y si esto no fuese cierto? ¿Es justo castigar a alguien por algo de lo que no es responsable? ¿Deberíamos replantearnos nuestra intuición moral?¿Cambiaría en algo nuestro juicio moral si descubriésemos que el criminal tenía un tumor cerebral que le provocó comportarse de esa forma brutal?
Hola, soy Samuel Gil.
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El libre albedrío ha supuesto un tema de discusión entre filósofos y científicos a lo largo de la historia debido a nuestra incapacidad de reconciliar una visión determinista sobre el funcionamiento del mundo (todo comportamiento tiene una causa previa) con la experiencia subjetiva sobre nuestra libertad de pensamiento y acto (sentimos que en cada momento pensamos y hacemos lo que queremos).
Si nos pusiésemos del lado de los deterministas, podríamos concluir que el libre albedrío es una ilusión: no existe, pero no podemos evitar percibirlo, como la aparentemente diferente pero en realidad igual longitud de la líneas de la conocida ilusión óptica.
Harris va un paso más allá diciendo que la ilusión del libre albedrío es en sí misma una ilusión, por lo que en realidad no hay ningún misterio que resolver. Nuestra experiencia es perfectamente compatible con la noción de determinismo.
Al contrario de lo que nos pasa con las líneas de más arriba, que por mucho que lo intentemos es imposible que las veamos iguales, basta con observar cuidadosamente nuestra experiencia subjetiva del libre albedrío para que nos demos cuenta de que carecemos de él.
Hagamos juntos el siguiente experimento:
Siéntate cómodamente y respira tranquilamente.
Elige una película.
(Date cuenta de que esta es una de las decisiones que más libremente vas a tomar en tu vida.)
Seguramente se te habrán ocurrido varias.
Elige una.
Ahora hazlo otra vez.
Concéntrate en la experiencia de la decisión.
Y hazlo una última vez.
Harris nos pregunta si vemos alguna evidencia de libre albedrío en la anterior decisión, porque de no darse ahí, en las mejores condiciones que uno puede imaginar, no estará en ningún otro lado.
A mi se me ocurrieron Gladiator y Lo que el viento se llevó. ¿Por qué no se me ocurrieron El Retorno del Jedi o Indiana Jones y el Templo Maldito que he visto decenas de veces? ¿O cualquier otra de los cientos de películas que he visto?¿Eres libre de elegir lo que NO se te ocurre?
El hecho de generar unas cuantas opciones y seleccionar una entre ellas alienta nuestra impresión de gozar de libre albedrío. Nos parece que somos libres de decidir. Pero, de nuevo, si observamos el proceso cuidadosamente, nos daremos cuenta de que no sabemos en realidad la razón de por qué hemos elegido la una o la otra. Está más que demostrado científicamente que la razón por la que creerás que has elegido una u otra no es más que una narrativa inventada a posteriori. ¿Elegiste El Último Samurai porque anoche cenaste en un japonés? ¿Y por qué te has acordado de que cenaste sushi y no de tu reciente viaje a Roma? ¿Y por qué ese recuerdo te ha llevado a tomar esa decisión y no la contraria?
Somos libres de hacer lo que queremos, pero no controlamos lo que queremos. No elegimos elegir lo que elegimos. Es ilusiorio pensar que si volviésemos al pasado nos podríamos haber comportado de forma diferente.
Si lo anterior no te acaba de convencer quizás lo haga lo siguiente: las elecciones deliberadas de una persona se pueden detectar en un laboratorio (incluso segundos) antes de que la persona sea consciente.
Nos creemos autores de nuestros pensamientos pero en realidad nuestros pensamientos simplemente afloran en nuestra consciencia provenientes de la profundidad de nuestro subconsciente. Somos meros testigos de nuestra vida interior.
En el fondo, no hay otra explicación posible desde un punto de vista lógico. Si fuésemos los autores de nuestros pensamientos, tendríamos que pensar en ellos antes de que pensáramos en ellos. ¿De dónde podrían venir si no?
Pero es que incluso aunque pensemos que tenemos un alma, no habría diferencia en lo que al libre albedrío se refiere. Las operaciones inconscientes del alma serían semejantes a las operaciones inconscientes del cerebro. En ningún caso significa que tengamos libertad de acción. Si no sabes lo que tu alma va a hacer a continuación, no tienes ningún control. Y lo mismo si pensamos que hay alguna fuente de aleatoriedad que influye en nuestro comportamiento rompiendo la cadena de causalidad, como ocurre según la física cuántica a nivel de partículas elementales (algo que por cierto se sabe que no ocurre en sistemas más grandes). ¿Qué habría de libre en algo que hiciésemos de forma totalmente inesperada?
No elegiste nacer, ni a tus padres ni por lo tanto tus genes. Ni tus interacciones, ni el efecto que éstas produjeron en ti. Ni las ideas a las que estuviste expuesto. Puedes hacer lo que quieras ahora, ¿pero de dónde viene lo que quieres? No es que la suerte importe, es que somos 100% producto de ella.
Dado el estado actual del universo, nuestra mente produce irremediablemente un comportamiento que no podemos controlar, solo observar. Si rebobinásemos el universo al instante justo anterior a apretar el gatillo y nos intercambiásemos átomo por átomo por el asesino, nosotros también dispararíamos la pistola. En realidad, el asesino tiene tanta culpa de ser un asesino como un lobo de ser un lobo. ¿Merece nuestra ira? La misma que un tornado, realmente. Harris nos viene a decir que el tener un tumor cerebral que nos provoque comportamientos violentos no deja de ser un caso particular de entre todas las posibles configuraciones neurológicas que llevan a un cerebro a tomar esa decisión bajo unas determinadas circunstancias.
El no creer en el libre albedrío nos hace ver el mundo con más empatía y compasión pues nos hace darnos cuenta de que la gente mala, por muy hijueputas que sean, no son en el fondo más que víctimas de la mala suerte.
OK, nuestra ira no la merecen, pero ¿y nuestro castigo? ¿si no lo hiciéramos, no haría esto tambalearse nuestras principales instituciones?
Existe una justificación moral para tomar medidas contra las personas que realizan malos actos, sean estos culpables de ellos en el sentido moral o no:
El criminal no es culpable de tener el cerebro que tiene, pero es un hecho que ese cerebro se comporta de manera dañina para terceros en determinadas circunstancias, que podrían repetirse. Nuestras acciones deliberadas dicen muchísimo de cómo somos. Por la seguridad de todos, es conveniente que esté encerrado.
Está más que demostrado que los incentivos funcionan. El saber que las malas acciones tienen consecuencias negativas, modifican nuestro cerebro y su forma de decidir. El castigar a este criminal evitará otros crímenes en el futuro.
El hecho de que nuestros actos dependan de causas anteriores no significa que nuestras elecciones no importen. Eso es un error común. No hay que confundir determinismo con fatalismo.
No sabemos por qué somos como somos ni sabemos cómo vamos a ser. El presente es un misterio que se va desvelando segundo a segundo. Somos un sistema abierto y constantemente expuesto a la influencia exterior. Una conversación con un persona inteligente puede cambiarte. Leer este texto puede cambiarte. Pero no podemos elegir tener esa conversación ni leer ese texto ni cómo nos cualquiera de ellos nos van a influir.
¿Es deprimente el saber que nos somos tan libres de pensamiento ni de acto o al menos no como nos lo imaginábamos? No, en realidad es liberador. Estamos interconectados los unos a los otros. A nuestro pasado. A todo el universo. Lo que hacemos importa. Somos parte de un sistema. No debemos en el fondo enorgullecernos tanto de nuestras virtudes ni culparnos tanto por nuestros defectos. Pero el orgullo y la vergüenza nunca fueron demasiado buenos, ¿no? Sin embargo, deberíamos intentar sustituir la ira, que es una emoción que nos daña, por la empatía y la compasión, tanto con los demás como con nosotros mismos.
Gracias por leer Suma Positiva.
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Maravillosamente explicado. Me resulta fascinante que algunos autores de la talla del propio Albert Einstein pensasen hace un siglo que el libre albedrio no existe, véase la obra "Mi visión del mundo"
"...No creo en absoluto en la libertad del hombre en un sentido filosófico. Actuamos bajo presiones externas y por necesidades internas. La frase de Schopenhauer: "Un hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere", me bastó desde la juventud. Me ha servido de consuelo, tanto al ver como al sufrir las durezas de la vida, y ha sido para mí una fuente inagotable de tolerancia. Ha aliviado ese sentido de responsabilidad que tantas veces puede volverse demasiado en serio, ni a mí mismo ni a los demás. Así, pues, veo la vida con humor. "
Los griegos antiguos también pensaban en que la libertad es limitada, A Zenón de Citio se le atribuye la metáfora de la carreta, donde un perro es atado a un carro mucho mas grande y pesado que él , con una cuerda larga pero no demasiado, esto le permite explorar los alrededores pero no tiene libertad absoluta. Aunque esta metáfora se ha utilizado por los estoicos como una forma de expresar que hay luchas que no podemos ganar, pero ejemplifica el concepto de no hay libertad absoluta, creo yo humildemente.
Alguien dijo que el libre albedrío del que disponemos es como la libertad para movernos dentro de un barco que tiene fijado su rumbo (alguna libertad pero no tanta).