#203 Wokismo y feminización de la sociedad. ¿Es la cultura woke una cultura femenina?
por Pablo Malo
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Como divulgador científico, Pablo analiza desde una perspectiva evolucionista fenómenos contemporáneos como la polarización política, la cultura de la cancelación y el auge de la corrección política. Su libro más reciente “Los peligros de la moral” explora cómo la moral forma parte de nuestra naturaleza humana condicionada por la evolución.
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Wokismo y feminización de la sociedad. ¿Es la cultura woke una cultura femenina?
por Pablo Malo
Las causas del surgimiento y difusión del llamado popularmente wokismo, o Justicia Social Crítica de forma más académica, son, al igual que las de cualquier fenómeno complejo, multifactoriales y diversas. Autores como Lindsey y Pluckrose en su libro Teorías Cínicas las trazan hasta el posmodernismo francés. Christopher Ruso se remonta un poco más atrás a los autores de la escuela de Frankfurt y su Teoría Crítica y en especial a Herbert Marcuse y su artículo Repressive Tolerance. De esta fuente beben autores como Angela Davis, Paulo Freire y Derrick Bell, académicos que pusieron en circulación las ideas que repiten ahora las personas con ideología woke. Richard Hanania en su libro The Origins of Woke defiende que el wokismo contemporáneo es una ideología que tiene su origen —y de hecho fue creada— en los cambios del sistema jurídico que comenzaron con la Ley de Derechos Civiles, en la década de 1960. Por último, muchos autores han señalado que la ideología woke es una nueva religión, una secta protestante emparentada con los Great Awakenings religiosos que han venido ocurriendo desde el siglo XVIII hasta el siglo XX (de hecho hay quien ha llamado al wokismo The Great Awokening). El declive de la llamada denominación protestante habría dejado un hueco que habría ocupado el wokismo. Por referenciar a algún autor más que habla del wokismo como religión citaré a John McWorther y su libro Woke Racism y a Tom Holland y su libro Dominio donde trata este tema en el último capítulo. En mi libro Los Peligros de la Moralidad puede el lector interesado ahondar en estas cuestiones.
Pero aquí voy a tratar un factor que puede estar jugando un rol también importante en el auge del wokismo y me refiero a la feminización de la universidad y de la sociedad en general. Es un hecho constatado la entrada de mujeres en el ámbito universitario donde son ahora la mayoría de los estudiantes licenciados y doctorados (datos de EEUU que es de donde procede el fenómeno woke). ¿Y por qué es esto importante? Porque, como señala la investigadora Cory Clark, las mujeres son sistemáticamente menos partidarias de la libertad de expresión que los hombres, y sistemáticamente más partidarias de la censura:
“En comparación con los hombres, las mujeres apoyan más la censura de diversos tipos de contenidos sexuales y violentos y de contenidos percibidos como de odio u ofensivos para las minorías.
Las mujeres son más partidarias de ilegalizar los insultos a los inmigrantes, los homosexuales, los transexuales, la policía, los afroamericanos, los hispanos, los musulmanes, los judíos y los cristianos, y son más partidarias de prohibir las declaraciones públicas sexualmente explícitas y la quema de banderas. Por el contrario, los hombres valoran la libertad de expresión como más importante que las mujeres.”
¿Y cual sería la causa de estas diferencias entre hombres y mujeres? La propia Cory Clark señala:
“Una probable razón de este patrón es que las mujeres son más aversivas al daño interpersonal y tienen una preocupación relativamente mayor por proteger a los demás. De hecho, las mujeres creen que el contenido sexual de los medios de comunicación tiene efectos más nocivos para uno mismo y para los demás, y las mujeres consideran que la incitación al odio es más nociva y violenta que los hombres.
Aunque el apoyo a la censura se asocia a menudo con el autoritarismo, es probable que esté motivado, al menos en parte, por el deseo de proteger a los demás de cualquier daño. En la literatura sobre comunicación, el efecto de tercera persona se refiere a la tendencia de las personas a ver a los demás (en comparación con uno mismo) como especialmente vulnerables al contenido de los medios de comunicación, sobre todo cuando se trata de medios negativos o potencialmente dañinos. Y las personas con mayores diferencias de vulnerabilidad entre sí mismas y los demás tienden a apoyar más la censura.”
Así que es probable que la mayor sensibilidad de las mujeres al daño influya en la forma en que sopesan las ventajas y desventajas de la libertad de expresión frente a la protección de otras personas vulnerables. Por ejemplo, en un informe de 2019 de la Fundación Knight, el 59% de las mujeres dijo que promover una sociedad inclusiva es más importante que proteger la libertad de expresión, mientras que el 71% de los hombres dijo que proteger la libertad de expresión es el valor más importante. Además, el 58% de los hombres universitarios dijo que nunca es aceptable callar a un orador, mientras que solo el 41% de las mujeres estuvo de acuerdo en que nunca es aceptable hacerlo.
Todo esto es muy importante porque el papel principal de la universidad (por lo menos hasta ahora) había sido producir y difundir el conocimiento y centrarse -como es obligación de la ciencia- en la búsqueda y difusión de la verdad, de los datos corroborados por el método científico. Si ponemos como prioridad la compasión (la protección de los vulnerables) en lugar de la verdad, la labor científica queda dañada. Por ejemplo, la mayoría de los hombres cree que las universidades no deberían proteger a sus estudiantes de ideas ofensivas, mientras que la mayoría de las mujeres cree que sí deberían hacerlo. Los estudiantes varones valoran más el avance del conocimiento y el rigor académico y menos la justicia social y el bienestar emocional que las estudiantes mujeres. Y en un informe de 2021 de Eric Kaufmann, las mujeres académicas de EE.UU. y Canadá eran más propensas que los hombres a apoyar el despido de un académico por una investigación controvertida.
Cory Clark ha encontrado actitudes similares en su propio trabajo. Todas las conclusiones científicas resultaron más ofensivas para las mujeres que para los hombres y, en general, las mujeres se mostraron más de acuerdo con la afirmación de que algunos descubrimientos científicos deberían censurarse porque son demasiado peligrosos. Así que parece claro que las mujeres pueden ser más proclives que los hombres a favorecer entornos protectores e inclusivos, mientras que los hombres pueden ser más proclives a proteger la libertad académica.
Todo esto tiene mucho sentido desde el punto de vista evolucionista. Como ha señalado Joyce Benenson, las mujeres han sido —y siguen siendo— a lo largo de nuestra historia evolutiva cuidadoras y preocuponas y puntúan más alto en rasgos de personalidad como el Neuroticismo y la Agradabilidad. La estrategia social de las mujeres funciona bien para proteger su salud individual y la de sus hijos: hacer hincapié en la seguridad (las mujeres tienen más aversión al riesgo) es adaptativo para mantener la vida y la salud de los suyos.
También es interesante señalar que las mujeres utilizan más técnicas de agresión indirecta o relacional que de agresión física directa y precisamente las técnicas femeninas de agresión social (cotilleo, difusión de rumores e intimidades, exclusión social (tratamiento de silencio), ridiculización o infravaloración ante personas desconocidas, bullying…) se corresponden con las que utiliza la cultura de la cancelación donde se busca la exclusión social de la persona que supuestamente ha transgredido un tabú.
Pero hasta ahora hemos hablado de las mujeres en la universidad pero las mujeres han entrado en todo tipo de instituciones de la sociedad en su conjunto: el periodismo, la política, la educación, la sanidad, las instituciones públicas, etc. Todo esto habría producido un cambio de valores desde unos valores masculinos existentes previamente a unos valores mucho más femeninos actualmente (los de la cultura woke). Arnold Kling resume esta diferencia de valores:
La cultura antigua (masculina) consideraba justas las recompensas diferenciadas basadas en el rendimiento. La nueva cultura (femenina) considera que las recompensas diferenciales son injustas.
La cultura más antigua buscaba a las personas que demostraban más competencia. La cultura más nueva busca a los que están en desventaja.
La cultura antigua admira a los que buscan destacar. La nueva cultura desprecia a esas personas.
La cultura más antigua utiliza un castigo proporcional y predecible basado en normas conocidas. La cultura más nueva se vuelve repentinamente contra un objetivo y destierra permanentemente al presunto infractor, basándose en las últimas modas morales.
La cultura antigua valoraba el debate abierto. La nueva cultura intenta restringir las expresiones que considera peligrosas.
La cultura más antigua consideraba que la libertad era esencial para una buena sociedad. La cultura más nueva ve la conformidad como esencial para una buena sociedad.
La cultura antigua estaba orientada al logro. La nueva cultura se orienta hacia la seguridad.
Hemos hablado del conflicto entre la compasión y la verdad en la universidad y la ciencia con un énfasis mayor de las mujeres en la seguridad y la protección de personas vulnerables frente a la defensa de la libertad y la verdad pero existe un conflicto parecido entre la compasión y la justicia. Carol Gilligan es una psicóloga y autora conocida por su trabajo sobre las diferencias de género en el desarrollo moral. En su libro seminal “In a Different Voice” (1982), Gilligan argumenta que los hombres y las mujeres tienden a abordar los dilemas morales de manera diferente, no debido a una diferencia en la capacidad moral, sino debido a diferencias en su enfoque y en lo que valoran. Según Gilligan, los hombres tienden a resolver los dilemas morales basándose en una Perspectiva de Justicia: principios abstractos de justicia, derechos y reglas universales. Esta perspectiva enfatiza la imparcialidad y la aplicación de normas objetivas. Por contra, las mujeres tienden a utilizar una Perspectiva de Cuidado: Las mujeres tienden a enfocarse en el cuidado y la responsabilidad hacia los demás. Gilligan argumenta que las mujeres consideran las relaciones y el contexto de la situación, priorizando la empatía, la interconexión y la atención a las necesidades de las personas involucradas. En su investigación, Gilligan encontró que los hombres suelen resolver dilemas morales utilizando una lógica que resalta la autonomía y la justicia mientras que las mujeres tienden a abordar los dilemas morales desde una perspectiva que enfatiza la interdependencia y la compasión, buscando soluciones que mantengan las relaciones y eviten el daño a los demás. Gilligan destaca que las diferencias en el enfoque de los dilemas morales entre hombres y mujeres no significan que uno sea superior al otro, sino que reflejan distintas maneras de entender y resolver problemas éticos basadas en experiencias y valores diferentes.
Podemos ilustrar este dilema con un ejemplo práctico aunque muy controvertido. La participación de personas trans en el deporte. Por un lado queremos que estas personas se integren y realicen todo tipo de actividades como cualquier persona (cuidado/compasión) pero por otro lado no parece del todo justo porque estas personas trans tienen una ventaja frente a las mujeres biológicas (justicia). Este es un dilema con el que la sociedad está tratando en estos momentos y veremos cómo se resuelve.
Tenemos más pruebas de que las mujeres son más woke que los hombres. Un estudio reciente realizado en Finlandia ha construido y validado una escala para medir las actitudes woke. Hay varias cosas interesantes en el estudio pero una muy llamativa es la diferencia entre los sexos. En general, la muestra del estudio rechazó las proposiciones críticas de justicia social, con un fuerte rechazo por parte de los hombres. Las mujeres expresaron más del doble de apoyo a las proposiciones. Tres de cada cinco mujeres ven positivamente las ideas woke, pero sólo uno de cada siete hombres. El estudio también reveló que una mayor alineación con las creencias woke se correlaciona con mayores casos de ansiedad y depresión. Cuando al autor del estudio le preguntan por los hallazgos más sorprendentes de su estudio responde: “El desequilibrio de género en lo «woke». El hallazgo de que el 60% de las mujeres ven positivamente las propuestas de la Escala de la Justicia Social Crítica (CSJA), y el 85% de los hombres rechazan las propuestas de la CSJA, fue un resultado interesante de ver”.
Una consecuencia de esta disparidad es el problema de cómo se pueden entender hombres y mujeres si piensan de forma tan diferente a nivel político (y la diferencia entre hombres y mujeres en la ideación política parecen estar acentuándose en la generación Z siendo las mujeres cada vez más progresistas en relación los hombres). Este problema de la feminización del discurso político lo ha abordado Richard Hanania o Thomas Edsall. Según Hanania por ejemplo, la apelación de las mujeres a las emociones coloca a los hombres en una posición muy difícil para poder refutar sus argumentos ya que podrían parecer crueles o insensibles con lo que es difícil oponerse a los planteamientos por miedo a aparecer como causantes de un daño en su interlocutora. A esto tenemos que añadir que se asocia a las mujeres con el papel de víctimas y a los hombres con el de opresores.
Para terminar, una reflexión altamente especulativa. Las mujeres siempre han sido más religiosas que los hombres en encuestas de todo el mundo…hasta 2016 donde el porcentaje de mujeres que se declara no religiosa es mayor que el de hombres (en EEUU). Es un efecto cohorte que ocurre en la nueva generación de 18-25 años de edad donde la brecha de género en la religiosidad ha desparecido. En línea con uno de los aspectos que señalábamos al inicio del artículo con respecto a que la ideología woke tiene muchos de los elementos de una religión, se ha propuesto que lo que podría estar ocurriendo es que las mujeres están sustituyendo la religión tradicional por la ideología política (el feminismo y el wokismo). Son muchos los autores que señalan que la política ocupa ahora el lugar que anteriormente ocupaba la religión y que nos tomamos cada vez más la política como una religión, como una lucha del bien contra el mal.
Como conclusión y a la vista de los aspectos comentados, sí parece plausible hipotetizar que la feminización de la sociedad es un factor que ha contribuido al auge y expansión de la cultura woke.
Gracias por leer Suma Positiva.
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Cuando se habla en el artículo de los cambios producidos en la universidad, creo que podemos estar mezclándolo con otro elemento que no se ha analizado. Existe un paralelismo entre la entrada de la generación Z en las aulas (la primera nacida con un móvil con internet 24/7, redes sociales, cámaras frontales, etc...) y el aumento de las unidades de atención psicológica de las universidades, que se han visto desbordadas (sobre todo en culturas anglosajonas, aunque no solo). La cultura "descubrimiento" de los millenials, X o babyboomers (curiosidad, oportunidad, autonomía) ha dado paso al modo "defensa" de los Z (escasez, peligros, sobreprotección), donde "libros, palabras y conferenciantes e ideas que provocaron escasa o nula polémica en 2010 se consideraban en 2015 perjudiciales, peligrosos o traumatizantes". No lo digo yo, lo dice Jonathan Haidt en "La Generación Ansiosa", que recomiendo encarecidamente al que no lo haya leído (pronto compartiré un resumen).
Por tanto, creo que el cambio de paradigma universitario (más preocupado por la justicia y no por la verdad, como dice el artículo) no se debe al aumento proporcional de mujeres (lo cual me parece un poco simplista, he de reconocer), sino quizás a que tenemos en la universidad a la primera generación que no ha tenido una infancia/adolescencia tradicional, basada en el juego y la interacción social real (corpórea y sincrónica), sino basada en el teléfono y las RRSS, con las nefastas consecuencias ya sabidas, incluida la mayor crisis de salud mental de la historia. Ahí, a mi juicio, está la raíz.
¡Un saludo!
Quisiera expresar mi desacuerdo con la idea de que una mayor preocupación por el daño que una expresión puede causar a los demás pueda socavar el método científico o la búsqueda de la verdad. Francamente me parece una afirmación poco fundamentada en el artículo y bastante voluntarista.
La sensación con la que me quedo a leer el artículo es que las mujeres son muy comprensivas pero muy nocivas al haberse implantado en todos los sectores de la vida pública, al no ser capaces de juzgar bajo principios objetivos de justicia, sino desviados por la subjetividad.
Muy al contrario pienso que la consideración del impacto que tienen las decisiones y los demás constituye una perspectiva más amplia y rica que la basada por ejemplo en la consecución de unos objetivos, por lo demás estadísticamente más presente en los profesionales masculinos. Me encantaría que el autor pudiera aportar datos en este sentido, ya que se dedica profesionalmente a esto.
Quisiera poner un ejemplo de mi ámbito profesional. En un determinado momento en que fue necesario realizar obras en un edificio los responsables masculinos del departamento decidieron reubicar a toda la gente a las Instalaciones de otro departamento, desplazando físicamente a los compañeros de otro departamento con la expresa oposición de la jefa de ese departamento e incluso el informe desfavorable del departamento de patrimonio. Los responsables masculinos de la decisión consideraron la decisión eficientista dado que se ahorraba dinero en alquilar otros locales y obviaron las consecuencias nocivas sobre el bienestar de los empleados. El resultado fue que una persona que estaba al borde de la baja laboral por su situación familiar y que fue desplazada de su despacho para reubicar a los compañeros fue dada de baja médica durante más de seis meses por un trastorno de ansiedad. Este efecto deslegítima por si la decisión tomada pero además resultó económicamente ineficiente. En mi opinión la decisión fue tomada con un sesgo eficientista típicamente masculino frente a una consideración más amplia y objetiva que todas las impactos de la decisión que mantenía la jefa de departamento.